Mostrando entradas con la etiqueta Mascotas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mascotas. Mostrar todas las entradas

jueves, 15 de diciembre de 2011

Orión (II)


No se si os acordaréis de mi. A principios de año os contaba cómo habían cambiado las cosas desde que llegó aquel pequeño bichito a casa, lo relegado que me sentía y lo que echaba de menos que jugasen conmigo.

Ahora todo es diferente de nuevo. Aquel pequeño bichito ya no es tan pequeño, hay que ver la rapidez con la que ha crecido, pues ya pesa entre tres y cuatro veces más que yo, y por lo que dicen va a seguir creciendo.

De pronto un día comenzó a desplazarse por el suelo, yo me acercaba cuando quería a olisquearla o darle lametones, está tan dulce... Pero no tardó en coger velocidad y en ponerse de pie y andar.

Tengo que tener cuidado porque no siempre controla la fuerza con la que me abraza o me acaricia, e incluso en ocasiones pretende atropellarme con su carrito de la compra como si eso me fuese a hacer gracia. A pesar de todo somos grandes compañeros de juegos, le quitamos un calcetín a su papá y jugamos estirando de él a ver quién consigue quedárselo; nos damos besitos uno al otro; nos perseguimos por la casa; ahora es la encargada de darme mi golosina mañanera (nunca se le olvida, en cuanto se levanta va directamente al mueble donde están guardadas); me está cebando con todo lo que me lanza para comer, yo agradecidísimo, claro; y además me encanta cuando me llama, como tirándome besitos e intentado chascar sus deditos, o ahora que parece que está aprendiendo a decir mi nombre, “¡On, on!”.

Mis dueños adultos también han vuelto a jugar conmigo, a acariciarme, rascarme. Aunque ahora cuando vienen las visitas es a ver a este bichito, que por cierto se llama Minerva, qué nombre tan bonito ¿verdad? Es a ella a quien le hacen monerías, con lo mono (perrucho) que soy yo. Me dicen que soy como un niño, porque quiero llamar la atención todo el rato y que me digan cositas, pues claro, ¿y a quién no le gusta? Aunque por otro lado su mamá dice que desde que llegó su pequeña cachorrita he madurado porque he dejado de hacerme pis en casa, y es que me gustaba dejar marcado mi territorio, pero luego me dieron pena, bastante trabajo tenían ya con cambiarle los pañales, entre otras cosas, a mi pequeña compañera de juegos, para estar también pendientes de mis pises.

Así que aunque aquella vez titulaba mi historia como “Cuatro somos multitud”, ahora he de decir que formamos una familia perfecta. No pensé que pudiera coger tanto cariño a otro ser humano (a parte de los dos que me adoptaron). Me pongo tan contento cuando llegan a casa los tres que salto y salto y termino tirando al suelo, sin querer, a mi pequeña compañera de juegos, y eso que a su lado cada vez voy quedando más y más pequeño.



Aunque a veces soy un poco gruñón y no me agrada demasiado cuando se abalanza sobre mí en medio de un dulce sueño, su compañía lo compensa todo, que me quite mi camita para tumbarse ella, que juegue con mis juguetes o que esparza mi comida por el suelo. Sin ella esta casa ya no sería lo mismo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Cuatro somos multitud

Tengo tres años y medio. Hasta hace bien poco yo era el centro de atención, era el rey de la casa. Los dos me cuidaban, jugaban conmigo, me daban de comer, a veces los fines de semana podía dormir con ellos, salíamos a pasear todos los días, les hablaban de mí, orgullosos, a los demás… Pero desde hace tres meses y medio todo ha cambiado.

Hace tres meses y medio ella empezó a encontrarse mal. Yo ya había notado que desde hacia tiempo le había ido creciendo la barriga, y claro, eso no debía de ser nada bueno. La veía tan malita que me asusté mucho, temblaba y todo de verla. Intenté acercarme a ella para consolarla pero parecía que no quería tenerme cerca.

Me quedé muy preocupado cuando se marcharon sin mí, y así seguí hasta que por fin llegaron de nuevo los dos al cabo de tres días. Estaba tan contento… que apenas les hice mucho caso de lo que me decían. Sólo quería estar con ellos. No fue hasta que me relajé un poco cuando noté un ruidito que provenía de un cestillo que habían puesto junto a su cama. Me acerqué con cuidado e intenté asomarme, pero me decían que no me acercase. Entonces noté ese olor, cuando llegaron me habían acercado algo a mi naricilla pero no le presté demasiada atención.

Desde que trajeron ese bichito a casa ya nada es igual. Sobre todo ella, ya no juega conmigo, ni siquiera me acaricia apenas, cuanto echo de menos que me rasque, ay! Sólo tienen ojos ya para ese bichito, aunque ni siquiera les deje dormir por la noche. Además no hace nada, no se cómo no les aburre, con lo gracioso y juguetón que soy yo.

Como el bichito no me hace mucho caso yo tampoco le presto demasiada atención. Dicen que dentro de no mucho ya jugará conmigo y que ya me esconderé para que no me coja, pero si ni siquiera sabe andar!

A mí lo único que me preocupa es cuándo va a volver a ser todo como antes.