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miércoles, 30 de marzo de 2016
Pezoneras: Cómo puedo quitarlas
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domingo, 10 de julio de 2011
Los inicios de nuestra lactancia
Mi idea era hablaros de otro tema, que ya os contaré en otra ocasión, porque recordando y recordando me apetece más contaros un poco nuestra experiencia en el inicio de nuestra lactancia.
Ya he hablado alguna vez de que cuando salimos del hospital Minerva todavía no se había enganchado al pecho, algo había chupeteado, pero con eso no bastaba. La enfermera que nos atendía cuando nos dieron el alta, nos recomendó las pezoneras si quería dar el pecho. Así que pezoneras al canto, y así enganchó a la perfección. Después de cada toma teníamos que darle una ayudita con jeringa, primero de 20 ml y después de 10, hasta que ya no hizo falta en sólo unos días. Tuvimos que estar yendo al hospital la siguiente semana después del alta para revisiones de control de peso, con lo cansada que estaba de no pegar ojo por las noches y todos esos primeros días de un lado a otro, entre el papeleo (el papá y yo no estamos casados y no todo lo podía hacer él sólo) y las revisiones. Menos mal que la nena cogía peso estupendamente y nos dieron el alta esa misma semana. La matrona que nos atendía en esas revisiones intentó ayudarnos a que la nena enganchase sin las pezoneras, pero a pesar de la buena postura, no lo conseguíamos, así que nos recomendó asistir a grupos de apoyo como La Liga de la Leche y comprarnos un sacaleches para que la ayudita se la diese con mi propia leche, el cual la verdad es que me vino de perlas porque lo he usado bastante.
Aunque la subida de la leche la tuve a los tres día, esa primera semana (fue un no parar, así estaba yo) tuvimos que acercarnos también a urgencias porque terminé con los pechos congestionados. A pensar de saber lo que tenía que hacer no conseguía sacarme ni una gota con el sacaleches, y por aquellos días a mano tampoco sabía. En urgencias si pude sacarme leche, la cual nos dejaron llevarnos a casa (faltaría más), pues creo que rondaba entre los 100 y los 150 ml. Pero antes de poder irnos tuvimos que esperar horas y horas en una sala, agotados, porque nos pilló cambio de turno, y yo ya estaba desquiciada porque sólo quería irme a mi casa con mi bebé a descansar. Menos mal que la matrona que nos atendió, por fin, me ayudó y consoló todo lo que necesitaba, porque terminé llorando a moco tendido, y es que por momentos todo se me hacía un mundo. Recuerdo que me dijo que en los cursos de preparación al parto siempre decía que lo duro no era el parto sino lo que venía después (esos primeros días de conocimiento mutuo y de incursión en un nuevo mundo).
Así que casi los dos primeros meses el aplicarme calor antes de las tomas, sacarme la leche sobrante después y por último la aplicación de frío, se convirtió en algo cotidiano cada dos por tres, no se si las pezoneras influirían en esto. Entre la hora que duraba la toma más toda la parafernalia no hacía otra cosa noche y día.
Cuando todo parecía ir mejor, tuve una mastitis, que gracias a que conocía los síntomas, la pillamos a tiempo y con el antibiótico al día siguiente ya no me dolía. El resto de las veces que he tenido molestias en el pecho derecho, que ha sido siempre el rebelde, las he podido solucionar en casa, con el remedio calor-sacaleches-frío. Es lo que tiene la experiencia.
A los cuatro meses y medio conseguimos dejar las pezoneras, os invito a leer la entrada al respecto. Pensé que ya no tendría más problemas de ese tipo. Pero hasta los seis meses y medio, tuve algún contratiempo, quizás cuando la lactancia dejó de depender de las hormonas, para depender totalmente de la succión de mi hija. Por cierto, hace ya más del doble de tiempo de nuestra lactancia que estamos sin pezoneras, a pelo, lactancia de verdad, y es que con las pezoneras siempre sentí que me faltaba algo. Fue a partir de los cuatro meses y medio cuando empecé a disfrutar de verdad de la lactancia con mi hija, ya no había nada que se interpusiera entre las dos; sí, le había estado dando mi leche y mi cariño, pero ahora el contacto era pleno. También a partir de ahí comencé a dormir más y mejor, a pesar de que la nena, al ser más grande, de despertaba más, porque pude meterla en la cama con nosotros para darle el pecho, y es que con las pezoneras era imposible, se le escurrían de la boquita y además me daba miedo que al quedarme dormida se ahogase con el plástico. Fue maravilloso descubrir el colecho, despertarme y ver su carita de duendecilla, tan bonita, durmiendo plácidamente junto a mí.
Atrás quedaron esas noches en las que luchaba por no quedarme dormida en el sofá con la nena en brazos, y el papá andaba de un lado a otro con los paños calientes o fríos (menos mal que pudo juntar mes y medio entre vacaciones y permiso de paternidad). Noches en las terminaba quedándome dormida con la nena en mi regazo, con mucho cuidado, intentando posturas lo más cómodas posibles pero siempre lo más seguras para la nena, y despertándome siempre con una tortícolis de caballo y el culo dolorido de estar casi las 24 horas sentada. Qué lejos veo todo aquello ahora.
Con las pezoneras no tuve grietas y me daba miedo tenerlas cuando nos deshicimos de ellas, pero la postura ya la teníamos dominada y no tuvimos ningún problema al respecto. Así que yo que pensaba que ya estaba todo superado. Y resulta que antes de ayer, acababa la nena de dormirse y estaba todavía enganchada al pecho, cuando me pegó un mordisco... ¡qué dolor!, se me escapó un grito, y ella se despertó, claro, asustada y ajena a lo que había sucedido. Tengo una heridita y se me ha inchado un lado del pezón. Así que me estoy dando mi propia leche, dejándolo que se seque al aire y también me pongo un poco de frío. Cada vez que mama veo las estrellas, e intento no darle muchas tomas de ese pecho. Además ahora me da miedo que me vuelva a morder. Eso sí, ya le he explicado que a mamá no se le muerde porque le hace pupa.
Esto no se acaba aquí. Porque estamos todavía en los “inicios” de nuestra lactancia. Todavía nos queda mucho por recorrer y mucho por disfrutar, pues a pesar de algunos bachecillos, el placer de amamantar a tu hij@ lo puede todo.
martes, 8 de febrero de 2011
Me enamoran tus pezones

¡Nos hemos liberado! ¡Por fin hemos dejado las pezoneras!
Cuando nos dieron de alta en el hospital, como hasta ese momento la nena no había enganchado bien al pecho, me dijo una enfermera que si le quería dar el pecho me recomendaba utilizar pezoneras (recalcando que no les gustaba recomendarlas). Así que no me lo pensé dos veces, yo quería dar el pecho a mi niña costase lo que costase. Una vez puestas enganchó a la perfección, el problema fue que después no había forma de quitárselas.
Nos aconsejaron el agarre espontáneo, la posición del caballito, probar a quitársela cuando no tuviera mucha hambre o cuando estuviera mamando medio dormida. Cuando tuve la mastitis, al mes y medio, la matrona que nos atendió nos dijo que había que quitárselas sí o sí, porque las pezoneras conducían al fracaso de la lactancia (eso depende del empeño de la mamá, en algún foro he leído a mamás que seguían lactando con bebés ya mayorcitos gracias a las pezoneras), pero cuando conseguíamos que enganchase un poco se soltaba al momento llorando, la pobre se dormía de agotamiento, se volvía a despertar porque tenía hambre y vuelta a empezar.
Motivos para quitar las pezoneras tenemos varios: con las pezoneras no vacían bien el pecho y se puede tener problemas como mastitis u obstrucción mamaria, el aumento de peso puede ser más lento (os aseguro que esto nunca ha sido nuestro problema), las tomas se hacen más largas, pueden coger más aire (tampoco ha sido este nuestro caso), el rollo de tener que andar con las pezoneras para todos los lados y la pérdida del contacto piel con piel, para mí el principal motivo para deshacernos de ellas.
Así que los dos primeros meses, entre unas cosas y otras, no disfruté de la lactancia como me hubiese gustado. Hasta que un día me dijeron en una reunión de Multilacta (Eloísa, gracias) que si las dos estábamos a gusto así, podíamos seguir así sin problema. Se me olvidó la obsesión por quitarnos las pezoneras y muy de cuando en cuando lo intentaba sin éxito, y aunque ya ni siquiera enganchaba un poco sin ellas, no le daba mayor importancia. Hasta que hace una semana probamos, sin que estuviera muy hambrienta y otras veces medio dormida. El primer día enganchó en alguna toma sin ellas, en otras las pedía y se las ponía, y al día siguiente aunque se resistió en una toma en la que lo que quería era dormir, superamos el bache y aquí seguimos.
Lo que si me habían dicho es que YO tenía que estar segura de querérnoslas quitar. Esa es una gran verdad. Creo que a veces, en el fondo, por muchas ganas que tuviese de que mamase directamente del pecho, me daba miedo de que me salieran grietas, o me sentía incapaz de creer que mi niña prefiriese mamar directamente de mi pezón.
Quizás me ayudó el oír que algunas mamás lo conseguían entre los cuatro y los cinco meses de su bebé, o quizás fue que Minerva ya estaba preparada (matizo, las dos estábamos preparadas), porque lo conseguimos con cuatro meses y medio.
Por cierto, no me han salido grietas. Al principio tuve los pezones un poco doloridos, y es que le costaba abrir bien la boca, acostumbrada como estaba a las pezoneras. Pero con una buena postura hemos evitado las grietas y rozándole el labio superior he conseguido que abriese más su boquita.
Esto es otro mundo para las dos, otra vez nos volvemos a encontrar, esta vez piel con piel, sin nada que se interponga entre las dos. Además de la sensación de libertad y rapidez, sin tener que andar poniendo, volviendo a poner porque se ha movido, quitando, lavando, no pudiendo olvidarte de meterlas en la bolsa cuando vamos algún sitio, para mí lo más importante de todo esto es que mi hija mame directamente de mi pezón, pues no podía evitar a veces la sensación de rechazo por su parte cada vez que intentaba ponerla sin la pezonera.
Ahora nos encontramos en un proceso de aprendizaje, tanto ella como yo. Las tomas son mucho más cortas, parece mentira que se quede saciada en tan poco tiempo.
El único problema con el que nos hemos encontrado (lo mismo es casualidad) es la dificultad de conciliar el sueño por la tarde-noche (aunque siempre ha dado algo de guerra, la hora tonta). Con paciencia y muchos mimos, estoy segura de que lo superaremos como hemos hecho otras veces.
He querido contaros toda nuestra experiencia por si le sirve a alguien de ayuda. En su momento intenté buscar información por Internet pero apenas hay nada relevante.
Los motivos por los que se empiezan a usar las pezoneras pueden ser: porque salgan grietas, lo cual se puede evitar con una postura adecuada; bebés prematuros; bebés que tienen problemas de succión, aquí habría que descartar frenillo o mentón retraído, entre otros; y pezones planos o invertidos, aunque esto no debería suponer ningún problema para la lactancia, pues los bebés no maman sólo del pezón.
Personalmente creo que si hubiese tenido más ayuda no me hubiesen hecho falta las pezoneras, se pueden evitar las pezoneras con pezones planos. A alguna enfermera tuve que oír diciéndome que lo iba a tener difícil sino imposible para dar el pecho a mi niña (tenía pezones planos, ahora ya no tanto, ja, ja). Esto desde luego no me ayudó para nada a tener confianza en mi misma. Y fue la pediatra, ya en el centro de salud y en una de las revisiones, cuando por casualidad nos dijo que la nena tenía el mentón algo retraído (como su madre, y la pediatra misma), lo que podía hacer que le costase más agarrarse al pecho. De todas formas, por otro lado, gracias a las pezoneras pudo tomar, continúa tomando y seguirá tomando mi leche.