Mostrando entradas con la etiqueta Vacaciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vacaciones. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de septiembre de 2013

De acampada con niños

Hemos pasado seis días de acampada, nuestras últimas vacaciones ya este  verano, en un camping al ladito de la playa. Antes de nacer Minerva nuestras vacaciones en los últimos años eran con la tienda a cuestas, y teníamos muchas ganas de vivir esta experiencia con nuestra pequeña. Ha sido estupendo. Os lo recomiendo a todos, si tenéis niños id de acampada con ellos, disfrutaréis de lo lindo.

Para nuestra hija, que el martes cumplirá ya tres añitos, ha sido toda una aventura. Todo el día en la calle, descalza, jugando con arena, barro (el primer día llovió) y agua, playa y más arena, paseos en bicicleta con papá y mamá, piscina, parque, animalitos, pintando en la arena, haciendo amiguitos, durmiendo en un saco dentro de una tienda de campaña, cocinando en la calle, viendo puestas de sol… y más cosas que seguramente ella haya apreciado y a mi me hayan pasado por alto.

Sólo hubo una pega, y es que como estábamos en medio de arrozales nos han acribillado los mosquitos. Eso si, la zona preciosa.

Así que esta semana en la que comenzaba el curso escolar (ya sabéis que no hemos escolarizado a Minerva) nosotros nos hemos escapado unos días para estar lo más cerca posible de la naturaleza. Y quería matizar que el camping estaba lleno de niños grandes y pequeños, de la edad de Minerva para arriba. Lo que ha disfrutado mi hija allí no tiene precio.


Nada más llegar se quitó los zapatos y, mientras montábamos la tienda, se dedicó a inspeccionar la zona y a jugar con agua, una de sus pasiones:  


Haciendo un bosque con palitos:

  
De ruta en bicicleta (en realidad la llevaba el papá que controla más):
  

Jugando en la playa: 

  
El atardecer (mucho más bonito en directo):

   

¿Habéis ido con vuestros peques de acampada? Me encantaría que me contaseis vuestra experiencia.

lunes, 1 de julio de 2013

Mar, luna y gaitas

Acabamos de aterrizar como quien dice, de unas descansadas y merecidas vacaciones. Los que me seguís en facebook, tanto del blog como de la web, sabéis que no he desconectado del todo, especialmente para estar al tanto de vuestros correos y mantener un poco al día la tienda.

Aunque el tiempo no siempre nos ha acompañado no nos ha importado demasiado, hemos disfrutado de la playa, hemos paseado por la montaña, y sobre todo nos hemos recorrido todos los parques de los pueblos que hemos visitado, eso que no falte, sino que se lo digan a mi hija. ¿Dónde hemos estado? Pues de nuevo en Asturias, y es que el norte nos tiene enamorados, sobre todo por sus paisajes de ensueño y su deliciosa comida.



Pero el post de hoy es para hablaros de un día en concreto, una noche mejor dicho, la Noche de San Juan. Uno de esos momentos que aunque crees saber lo que te espera, sin avisar te sorprende y se convierte en un momento maravilloso que pasa sin proponértelo al baúl de los buenos e inolvidables recuerdos.

Después de una gran siesta esa noche habíamos decidido bajar a a playa  y disfrutar de la tradicional noche de San Juan y sus hogueras. Un vez en la playa y viendo que todavía quedaba tiempo hasta que comenzase la hoguera, oímos música al otro lado del puerto y allá que nos fuimos. Descubrimos un grupo de música que sin duda os recomiendo, Xera, un grupo asturiano que nos dejó con la boca abierta, incluida a Minerva. Música folk, fusión e innovación Y de fondo la luna, que a pesar de llevar nublado casi todo el día, quiso salir a saludarnos y de paso escuchar esa cautivadora música.

Disfrutar de la brisa del mar, el olor a sal, la luna llena, la carita de mi hija al ver y oír a  ese grupo y esa música nueva, y el escuchar no sólo al grupo en sí, que me encantó, sino especialmente los sonidos del violín y la gaita, instrumento este último que me apasiona. Todo en conjunto convirtió el momento en una noche especial, una noche mágica, un remanso de paz interior, un  estallido de emociones.

Por supuesto luego disfrutamos también de la hoguera (de lejos) con el mar y de nuevo la luna de fondo (que tímidamente se asomaba y se escondía), y de unos inesperados fuegos artificiales, que en un principio asustaron a Minerva (era la primera vez que los veía) pero que rápidamente la hipnotizaron.



Ahora en nuestra casa y en nuestra rutina, todo aquello parece un sueño.


¿Y vosotros, tenéis cerca vuestras vacaciones?

viernes, 28 de diciembre de 2012

Feliz 2013



Ando un poco desconectada esta semana, y es que el papá se ha cogido unos días y estamos aprovechando para hacer cosas los tres juntos. 

Pero no quería que acabara el año sin desearos un Feliz Año Nuevo. Gracias a todos los que alguna vez os pasáis por este rinconcito. Deseo de corazón que el año que viene sea un buen año para todos.

Feliz 2013!!!



domingo, 19 de agosto de 2012

Desconexión por unos días


Aprovechando que el papá tiene una semana de vacaciones y que además me encuentro metida de lleno en las novedades, con sorpresa incluida, para septiembre de mi tiendecita Soñando Duendes, voy a estar unos días en modo off en la blogosfera y las redes sociales. Por supuesto estaré al tanto de todo lo que tenga que ver con la tienda.

En nuestras vacaciones a la playa no desconecté todo lo que me hubiese gustado (tampoco es que nadie me obligase a lo contrario), pero ahora necesito una desconexión durante unos días para volver, espero, que con más fuerza.



Nos vemos (leemos) a la vuelta.

jueves, 5 de julio de 2012

Todo ha sido un sueño


Hace unos días que estamos de vuelta y parece como si nunca nos hubiésemos ido, como si todo hubiese sido un buen sueño. Qué rápido ha pasado, tanto que siento como si no me hubiese dado tiempo a disfrutarlo del todo.

No se si será esa sensación de volatilidad, el calor, o simplemente que estoy agotada, pero no he vuelto con las pilas recargadas, todo lo contrario. Me siento desganada y cansada todo el día. Tengo ganas de organizarme de nuevo y que volvamos a fluir con naturalidad, y se que sin forzarme la energía volverá a mi ser.


Hemos estado en el norte, donde el azul y el verde se juntan en espectáculos increíbles, mar junto a la montaña, creo que no hay nada más bonito. Sin calores excesivos, de hecho algún día llovió, cosa que no evitó que saliésemos a caminar con nuestros chubasqueros y nuestras botas, Minerva iba la mar de contenta con sus botas de agua (un préstamo al que hemos sacado buen partido estos días). Sin marabunta de gente y sin precios desorbitados.

Echo la vista atrás y veo la diferencia de un año a otro, habiendo coincidido en las mismas fechas y en el mismo mar, el Cantábrico. Y es que este año nuestra pequeña terremoto ha disfrutado de lo lindo, nada que ver cuando el año pasado, nada más llegar a la playa se llevo la mano a la boca llena de arena y decidió que eso no le gustaba nada de nada. Este año nada más llegar se iba sola corriendo hacia el mar, teníamos que andar con cien ojos, ya que en un visto y no visto echaba a correr hacia las olas. Los últimos días decidió que más que el agua lo que le gustaba era cavar hoyos y que la enterrásemos en la arena.



Y con lo que le gusta a mi buhíta los animales he disfrutado especialmente viéndola a ella disfrutar también de la naturaleza. Cangrejos, ermitaños y caracoles en la playa, libélulas junto a un bosque de eucaliptos, babosas gigantescas, un potrillo casi recién nacido mamando, como no podía ser de otra manera gaviotas, vacas, y sus queridos gatos (día si día no tenemos que bajar en busca de gatos por el barrio, menos mal que ya nos sabemos sus lugares favoritos) y burros, le gustan tanto estos animales que cuando le preguntan cómo se llama dice “Asno”, y nosotros rompiéndonos la cabeza para ponerle un nombre bonito y significativo.

Minerva ha disfrutado mucho, pero también se que el viaje la ha estresado en cierto modo, el cambio de casa, de gente, de ambiente. Eso me hace darme todavía más cuenta de lo sensible que es mi hija. Su tetita siempre ha sido su remanso de paz, pero lo de estas vacaciones ha sido en ocasiones agotador, todo el día con la teta en la boca (en el doble sentido). Aunque por otro lado, se que es el remedio más sencillo para casi todas sus necesidades.


Han sido unas vacaciones relajadas. Nosotros siempre íbamos de un lado para otro cada vez que nos íbamos de escapada, volvíamos reventados. Ahora las vacaciones se adecuan a la más pequeña de la casa, y eso además nos viene bien a nosotros, porque podemos relajarnos (en la medida de lo posible) y conectar de verdad con el entorno y con nosotros mismos. Aunque me hubiese gustado estar un poquito más desconectada de la pantalla, pero tenía que estar pendiente de mi tiendita, y además no pude resistirme a participar en #desmontandoaEstivill (yo que también quería descansar un poco del blog, quizás por eso ahora me sienta con esa necesidad de alejarme un poco de la red), a pesar de eso, he podido aprovechar a leer, y es algo que he agradecido mucho, tanto que lo voy a poner entre mis prioridades cuando tenga ratos libres.


¿Lo peor de las vacaciones? El desplazamiento de ida y de vuelta (este con creces, por supuesto). Demasiadas horas. La verdad es que entreteniendo a la pitufa y parando las veces que fueron necesarias lo llevó mejor de lo que pensaba. Pero es que hasta a mi me da una pereza tanto viaje… Deciros que a la ida nos levantamos a las cuatro de la mañana para que Minerva fuese durmiendo gran parte del viaje, pues la tía debió de notar mi entusiasmo, porque se despejó como si nada, lista para ir a la playa. Lógicamente se echó un par de siestas de camino.


Se que la próxima escapada la disfrutará todavía más si cabe, pero no tengo ninguna prisa porque eso llegue, quiero que el tiempo pase despacio y aprovechar cada momento junto a ella, sin tener esa sensación de que el tiempo se me escapa de entre las manos.

sábado, 2 de julio de 2011

De vuelta, del verde al amarillo

Ayer volvimos de nuestras vacaciones. Un día y ya echo de menos el paisaje verde, las montañas, el mar, la niebla matutina, el aire fresco... y eso que aún estando en el norte hemos pasado algunos días de calor del bueno. Hemos disfrutado quince días estupendos, la verdad es que sin parar, todos los días hemos estado de un lado a otro. Bueno, todos los días menos uno, y es que nada mas llegar la pitufa pilló un resfriado que nos contagió a su padre y a mí con creces, pues ella no, pero nosotros llegamos a los 38 grados y el papá pasó un día casi entero en la cama. Y es que ya dicen que tanto cambio de tiempo no es bueno.

Me hubiese gustado bañarnos, pero el agua estaba muy fría, al menos para nosotros, porque desde luego bañistas no faltaban. Eso sí, paseíto por la playa con los pies en remojo no pudo faltar. Sentamos a la nena un poquito en la playa pero eso de llenarse las manos de arena no le gustó nada, y es que la arena en la boca o en los ojos no tiene que hacer ninguna gracia.

La ida, cinco horas, que no son pocas, fue muy bien. Minerva durmió la mayor parte del viaje, también hay que decir que madrugamos y tuvo que recuperar el sueño que le faltaba. Pero la vuelta nos llevó más de ocho horas, entre pérdidas de tiempo dando vueltas innecesarias y las veces que tuvimos que parar porque la nena estaba ya hasta las narices de tanto coche, y no me extraña, demasiado bien lo ha llevado.

El día que salimos hacia Asturias cumplió sus nueve meses, ahora ya son medio más. Parece mentira. Hemos tenido que quitar todo lo que está a su alcance, y es que es un terremoto. Le encanta descubrir cosas nuevas, ponerse de pie para luego sentarse de culo (no se cómo luego después de tantas veces no le duele, benditos pañales), que la gente le diga cosas, perseguir a Orión (nuestro yorkshire) para jugar con él, parlotear en su idioma (a veces a grito pelao), poner caras... y tantas otras cosas más, es incansable. Si antes tenía poco tiempo ahora… lo que no se es cómo no adelgazo. Me dijeron que a los nueve meses iba a notar un cambio muy grande, pero yo cuando lo noté fue a los siete. Alrededor de los siete meses empecé a sentir que ya no era mi bebita, me dio tanta pena. Si, ya se, sigue siendo mi bebé, pero a esa edad noté un cambio tan radical, empezó a demostrar más su carácter, a dejar muy clarito que es lo que le gusta y lo que no, y a desarrollar sus pequeñas grandes habilidades de una forma vertiginosa, de un día para otro pasó de estar en su mantita jugando a recorrer curiosa toda la casa.


Cambiando de tema, una de las gratas sorpresas con las que me he encontrado a la vuelta es el reencuentro de Habiba y Alma, me acordé mucho de ellas. Me he alegrado muchísimo, aunque no tanto de que sus secuestradores actúen como si no hubiera pasado nada, y en vez de pedir disculpas se justifiquen sin ninguna vergüenza. Este tipo de cosas no pueden volver a suceder.


Para terminar quiero dar las gracias a Carol, de Nuestrapequeñacria, por darme el premio al blog pro-lactancia. Nunca hasta ahora había hecho mención de los premios con los que algunos blog se han acordado del mío en alguna ocasión, y es que para mí es muy difícil poder luego otorgar de nuevo esos premios. Siempre me han hecho mucha ilusión, pues que a alguien le parezca interesante o le llegue algo de lo que yo pueda comentar me alegra en el alma. El caso es que este premio me ha hecho una ilusión especial, y es que para mí la lactancia materna es fundamental, no sólo porque es el mejor alimento, sino porque es amor, contacto, consuelo, calor. Creo haberlo transmitido en mi blog.

Para recoger el premio tengo que decir hasta cuando vamos a mantener la lactancia. Recuerdo que cuando estaba embarazada pensaba que daría el pecho si podía, luego a pesar de las dificultades del principio con las pezoneras, pensé que sería hasta los seis meses, pero ahora tengo claro que no tenemos fecha de caducidad. Será cuando mi hija decida ponerle fin, y espero que quede todavía mucho de esta maravillosa conexión entre las dos.

Como ya os he dicho me cuesta mucho dar este premio, porque se lo daría a todas las madres que dan el pecho, pero si tengo que pensar en un solo blog que luche y trate como nadie la lactancia materna me viene a la mente Illena de Tenemos Tetas.


Y aprovechando el tema, quiero compartir con vosotr@s una obra de arte (cuyo autor es Sebastian Miranda) que nos encontramos de casualidad, paseando por Oviedo. Me encantó. Para celebrarlo estuvimos comiendo en un parque que había al lado y la nena y yo emulamos esta bella imagen.

domingo, 24 de abril de 2011

La ruta de Minerva

Sólo quería escribir unas pocas líneas para resumir nuestra primera escapadita con la nena. Teníamos muchas ganas y, aunque el tiempo no ha acompañado demasiado, hemos vuelto más que satisfechos de cómo ha salido todo.

Cuando salimos nos gusta hacer unas rutillas por el campo, y a pesar de que llovía y que íbamos con la nena, no nos amedrentamos y nos fuimos, con la pareja de amigos con los que hemos pasados estos cuatro días de vacaciones, a hacer una ruta por los montes cercarnos al pueblo (donde teníamos alquilada la casita rural). Nos pusimos los chubasqueros, papá se cargó a la nena en la mochila (así es como ha ido todos estos días), y nos dimos un paseo de unos siete kilómetros entre ida y vuelta. El paisaje y las vistas eran preciosos, y junto a Minerva lo disfrutamos de lo lindo.

La nena se ha descontrolado un poquito estos días con la comida, tanto con la teta como con los sólidos, e igualmente ha sucedido con el sueño, claro que los papás la hemos acompañado. Ahora todo poco a poco va volviendo a la normalidad.

La verdad es que la nena normalmente no da guerra, tiene sus ratos, cuando tiene sueño, pero por lo demás es un sol. Hemos comido todo los días en la casa, menos el primer día, que como llegamos un poco cansados y algo tarde, nos fuimos a un buen mesón a que nos diesen de comer. Por cierto, estupenda la carne a la parrilla, se me cae la baba sólo de pensarlo. Y Minerva con su mendrugo de pan, sobre mamá, más contenta que unas castañuelas.

Lo único que no llevamos muy bien es el coche. A Minerva no le hace ninguna gracia eso de ir atada, ya la puedes dar un juguete detrás de otro, o todos juntos, cantarle su madre, su padre o los dos, o hacerle el payaso (por cierto, deberían darme un diploma de payasa porque ya soy experta) que la nena sólo aguanta un rato y cuando dice que se ha cansado se ha cansado y punto. Se coge unos sofocones de cuidado. Menos mal que paramos, mamá le da tetita y ya todo el viaje durmiendo, dos horas y media seguidas (¡de día!), increíble.

Por lo demás, como he dicho, lo hemos pasado muy bien. Eso sí, se nos ha hecho un poquito corto, pero eso es porque el papá y yo hemos disfrutado mucho y estoy segura de que la nena también lo ha hecho.

Ya estoy pensando en nuestras próximas vacaciones.