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martes, 5 de febrero de 2013

“Los Celos, la Envidia y las Mentiras” Yolanda González



Hace dos fines de semana tuve, de nuevo, el placer de asistir a una conferencia de Yolanda González, que organizaba la asociación Besos y Brazos: “La Envidia, los Celos y las Mentiras”. No me canso de decir lo que me gusta esta mujer. La conferencia se me hizo corta y como siempre me quedé con ganas de más.

Los adultos siempre intentamos que los pequeños nos entiendan. No entendemos por qué no nos hacen caso. Pero no son ellos los que tienen que entendernos sino nosotros a ellos, pues como adultos somos nosotros quienes debemos comprenderles y empatizar con ellos.

Yolanda comenzó haciéndonos un par de preguntas: ¿Sólo mienten, sienten celos o envidia los niños? ¿Entonces por qué nos preocupa tanto que ellos, siendo niños, lo hagan?

Para empezar hay que saber que la envidia, los celos y las mentiras son sentimientos y no emociones (miedo, rabia, tristeza y alegría, son las emociones básicas).


La envidia es un sentimiento de carencia, más primitivo que los celos, y para que surja hacen falta dos personas.

Aparece cuando se empiezan a disputar los juguetes. Y el problema no es sentir envidia, ya que esta puede resultar un estímulo para mejorar y propornenos conseguir lo que queremos, sino el grado de intensidad, ya que puede convertirse en destructiva.


Los celos son el sentimiento de deseo de posesión. Hacen referencia al vínculo, la capacidad de vincularse con el otro. Aparecen cuando hay una amenaza de pérdida, el temor de perder el vínculo. Por tanto para que se surjan hacen falta tres personas.

Al igual que con la envidia, todo depende del grado, pues los celos son normales y habituales, son necesarios.

Y es que hasta los seis años los niños son egocéntricos, deben ser egocéntricos, que no egoistas, ya que les corresponde como una etapa más en su desarrollo evolutivo.

Hasta los tres sería la etapa egocéntrica por excelencia, cuando todo es suyo, da igual que sea un juguete, su madre o la madre de otro niño, todo es suyo y les pertenece. Hay que permitirles que satisfagan esa necesidad, ya que de lo contrario se convertirán en adultos egoistas. Siempre hay que buscar una solución creativa para resolver el conflicto, cuando surge.

Por tanto no hay que obligarles a compartir cuando no están preparados para ello. De hecho ellos sólo aprenden a hacerlo cuando no se han visto amenzados en sus necesidades, se convierten en niños generosos, aprenden a jugar y a hacer trueques, sin la intervención de los adultos. Porque este es otro tema, los adultos interferimos creyendo que ayudamos y lo que hacemos es crear problemas. La labor educativa consiste en no interferir, sino en confiar en su proceso madurativo y en sus ritmos. Hay que ser coherente con las fases infantiles, claro que para ello debemos saber que son fases normales por las que deben pasar para su correcto desarrollo.


Para tratar estos sentimientos:

Lo primero que hay que hacer es reconocerlos y aceptarlos como son y nunca negar sus emociones. Debemos darrles nombre, ya que con tres años empezarán a entenderlo. De esta forma sentirán que su emoción es válida y no son monstruos por sentirse de esta u otra manera.

Otra cosa que tenemos que hacer es buscar momentos especiales de complicidad con el niño que tiene celos o envidia. Pero además de llevarlo a la práctica es conveniente que lo verbalicemos con él para que se sienta comprendido.

Y por último, además del recoconomiento, mucha mucha paciencia.


Las mentiras son una habilidad psicológica, cuya intención es la de engañar, y esto en la primera infancia (hasta los 7 años) no ocurre. Por tanto los niños no mienten. En esto Yolanda hizo mucho incapié.

Hay estudios que demuestran que los adultos mentimos tres veces a la semana y en el caso de encontrarnos en la calle con un desconcido las mentiras llegarían a ser tres como mínimo. Un ejemplo y el más habitual, es cuando nos preguntan “qué tal”. Sin embargo el hecho de creer que nuestro hijo nos están mientiendo nos hace sentir mucha rabia.

Como siempre, debemos conocer las fases evolutivas de los niños antes de pretender juzgarlos. Sabiendo que los menores de 4 años no distinguen fantasía y realidad, los menores de 7 años tienen grandes dificultades para cambiar de perspectiva y que hasta los 12 años no empieza a desarrollarse la empatía, creo que deberíamos replantearnos, y mucho, el concepto que tenemos sobre el tema de las mentiras y los niños.

Los niños, por tanto, no mienten. El hecho de que parezca que lo hacen puede deberse a varios motivos. A esas edades si les hacemos preguntas sobre algo que no recuerdan (su recuerdo es evocado, ayuda el situarlos en un contexto y un espacio para que recuerden mejor) lo que hacen es inventárselo para rellenar esas lagunas. Igualmente a esas edades no distinguen realidad y fantasía. También lo hacen  para salvaguardar su propia autoestima, por miedo a perder el amor de sus seres queridos, o simplemente nos pueden contar que han visto un burro volando para ver qué cara ponemos. Pero nunca con la intención de engañar.

Por eso Yolanda concluyó y remarcó que a un niño se le cree siempre, necesitan sentirse protegidos y entendidos. Y es muy angustioso para los pequeños que sus padres no les crean lo que para ellos es totalmente cierto.


Justo la semana después de la conferencia mi hija nos vino un día diciendo que le daba miedo dormir por la noche porque había bichos (como no sabe lo que son los monstruos imagino que utilizó esa palabra para referirse a que había algo), y el caso es que nos lo dijo sin más, muy tranquila. Pude pensar que simplemente tenía miedo a separarse de nosotros hasta que nos vamos con ella a la cama, que me estaba mintiendo para conseguir algo de nosotros, que lo había soñado y ahora estaba confundiendo la fantasía con la realidad, de hecho mi primera reacción fue decirle que no había bichos. Pero entonces me di cuenta de que realmente para ella si los había y si se lo negaba ella no entendería por qué su madre no confiaba en lo que ella había visto. Entonces sólo le dije que papá y mamá estábamos con ella y que lo que haríamos sería jugar con los bichos. Se quedó de lo más satisfecha y la verdad es que no ha vuelto a mencionarlo.


Confiemos siempre en ellos y tengamos en cuenta la fase de su desarrollo en la que se encuentran.