Mostrando entradas con la etiqueta Crecimiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Crecimiento. Mostrar todas las entradas

jueves, 9 de mayo de 2013

Niños descalzos igual a niños más inteligentes


En el artículo “Niños descalzos igual a niños más inteligentes” de Isabel Gentil García se intenta demostrar mediante estudios científicos, algo que para mi la lógica ya me lo venía diciendo, que los niños preandantes deberían ir descalzos.


Además de que no tienen ninguna necesidad de llevar zapatos (sería pura estética, con calcetines se les puede abrigar perfectamente), como nos dice el artículo, el movimiento físico y el estímulo sensorial del bebé a través de los pies descalzos es factor de aceleración de maduración, del desarrollo propioceptivo y del desarrollo intelectual del niño.

Hasta mas o menos los nueve meses la planta de los pies de los niños son muy sensibles con la intención de recibir la máxima información del mundo que le rodea.  Para la maduración de las habilidades motoras son necesarios el desarrollo de la coordinación visual manual y la adquisición de la información táctil y propiocectiva.


A los 7-8 meses, que es cuando los niños manipulan sus pies con las manos o con la boca están aportando un importante estímulo para el desarrollo sensorial. No debemos reprimir la sensibilidad táctil de los pies calzándoles, pues informan del mundo exterior, transmitiendo sensaciones de temperatura, texturas... que favorecen el desarrollo  psicomotor del niño, sino cuidar y potenciar la libertad de los movimientos de los dedos y de los pies; a estas edades los dedos, como órgano táctil, se mueven mucho.


No debemos poner impedimentos al desarrollo propioceptivo, neuromuscular e intelectual del niño encerrando sus pies en un calzado que no necesita, al contrario se deberá estimular a los niños a disfrutar de su cuerpo y de su motricidad con los pies descalzos.
  

Son muchos los niños que en cuanto pueden se quitan los zapatos y si me apuráis también los calcetines. Prefieren un pie libre y con todas las comodidades y connotaciones que ello conlleva, y eso hablando de niños que ya andan o gatean. Los más pequeñitos en cuanto aprenden también se los quitan, y es que como ya hemos visto, a través de los pies obtienen multitud de información. Unos zapatos duros y rígidos lo único que hacen es entorpecer.

Por eso, y por lo que comenta el artículo al que me refiero más arriba, deberíamos tener más en cuenta las necesidades y peticiones de nuestros pequeños. Nos empeñamos en calzarlos cuando ni siquiera andan y no lo necesitan, o cuando son más grandes y simplemente quieren sentir la libertad de andar descalzos por casa. Comprobaríamos que ese miedo a que se constipen no tiene ningún fundamento.

Una opción para esos papás a los que nos preocupan que nuestros peques anden descalzos en casa en invierno son los zapatos de suela blanda, zapatos de gateo, que puedes encontrar en nuestra tienda online. Se adaptan perfectamente a su pie y a sus movimientos, ideales para gatear y jugar. Al ser tan flexibles no les molestan y generalmente no se interesan en quitárselos. Además, al ajustarse mediante una gomita no les es tan fácil de quitar.






Para los más chiquitines, como he comentado antes, para el invierno sería suficiente con unos calcetines gruesos. En todo caso para quedarnos más tranquilos podríamos ponerles estos zapatitos de suela blanda para salir a la calle.

Si queréis leer el artículo entero de "Niños descalzos igual a niños más inteligentes” de Isabel Gentil García, podéis hacerlo aquí.



Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, además de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.

miércoles, 10 de abril de 2013

De “cuando no quieren andar” a “hemos vuelto a portear”


Este post es el conjunto de dos entradas, una que tenía pendiente escribir hace tiempo y que al no hacerlo ha quedado obsoleta y otra que estamos viviendo actualmente. De ahí ese título tan raro y largo del post.


Hará como cinco o seis meses pasamos por una etapa en la que la peque no quería andar. Era salir a la calle y “coge mamá”, “coge papá”, incluso para subir las escaleras que antes le encantaba. No quería andar nada de nada. A veces aguantaba cinco mitos jugando al pilla pilla pero luego tenía que subir otra vez a upa.  Pero lo peor de todo era que tampoco quería que la llevásemos en portabebé.

Quien me iba a decir a mi, con lo contraria que siempre he sido a coger el coche para movernos en lugares pequeños, donde todo está cerca y se puede ir andando, que iba a tener que coger el coche para ir al grupo de crianza, que está a 10-15 minutos andando. Hasta ese momento así es como habíamos ido, dando un paseo tranquilamente o llevándola en el mei tai. Pero puesto que no quería andar y tampoco quería ser porteada, sólo que la cogiésemos a upa, diez minutos cargando con una niña de mas de 13 kilos como que no lo veía viable.



A pesar de tener claro que lo de no querer andar era una etapa más, di por sentado que nuestra etapa de porteo había llegado a su fin, y me daba mucha pena. Primero porque es una manera cómoda de llevarla cuando está cansada, las sillitas no me gustan, nunca me he apañado con ellas y siempre he terminado dolorida de empujarla, como os lo cuento. De hecho hace tiempo que se la devolvimos a mi cuñada. Con un buen portabebés es como más cómodos vamos, tanto los que porteamos (el papá o yo) como la peque. Y segundo y más importante, por lo que significaba para mí esa etapa, de contacto, de complicidad, de mamá y bebé canguritos, de compenetración… y  parecía haber llegado a su fin.

Pero efectivamente era una etapa más. En Navidades disfruté muchísimo porteándola mientras íbamos a ver la cabalgata. Y aunque siempre va andando, si me ha dejado claro, en alguna ocasión que estaba cansada, que prefería que la llevase en el mei tai. Así que espero que esto dure mucho más, porque para mí el porteo es otra forma más de crianza, y sobre todo de cara a las vacaciones, en las que siempre andamos más y aprovechamos para hacer rutas, dar paseos o hacer visitas.


Y vosotros, ¿porteáis? ¿Llegó un momento en el que vuestros peques ya no querían ser porteados?


* Como siempre soy yo la que hago las fotos apenas tengo con Minerva porteando. La imagen que véis es del verano pasado.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Papá no, papá sí. Ellos también existen


Los papás también existen, y digo esto porque la gran mayoría de los que asistimos a grupos de crianza o andamos en este mundillo blogueril somos mujeres. Y muchas veces al papá ni se le menciona, aunque sepamos por supuesto que están ahí y que su papel es también fundamental en la crianza de nuestros hijos.

Sin entrar en temas de familias de dos papás, dos mamás, monoparentales, etcétera, que por supuesto son familias maravillosas y no pongo en duda que a los niños no les falta de nada, emocionalmente hablando, hoy quiero hablar de las familias de papá, mamá e hijo/s, porque es lo que nosotros vivimos.

Creo que el papel del padre es, como ya he dicho, fundamental en la crianza de los hijos. No sólo por al apoyo que nos presta a la mamá especialmente en el postparto, ese sostén al que asirnos para no caer cuando nos fallan las fuerzas (no sólo físicas), sino por todo lo que aportan a sus hijos. Por supuesto estoy hablando del padre y de la pareja que se involucra, que está presente (aunque pase gran parte del día fuera porque tiene que trabajar), que se ocupa y que es consciente de su gran papel en la crianza de sus hijos. No hablo de ese padre que se convierte en otro hijo para la madre, eso ya es otra historia.

Este padre apoya y anima a la madre, entre otras cosas, con la lactancia, sin interferir, porque su participación en la lactancia es el de sostener a la madre, el disfrutar de la imagen de su pareja y su bebé fundidos en uno y del resto de cosas que puede hacer igual que la madre.  Ese padre sabe que, normalmente, aunque disfrute de su pequeño, y pase tiempo con él, y duerman juntos, y mil cosas más, no será a partir de los dos años cuando mamá dejará de ser el todo y descubra al héroe que es su papá. Y todo esto sin olvidar que ese padre es humano, y también se preocupa, viene con su propia mochila a cuestas y también sufre.





En nuestro caso, mi compañero de ruta y padre de nuestra hija, siempre ha estado presente, en cuerpo y alma, en la crianza de nuestra pequeña. Todavía me acuerdo a menudo de cuando se dormía la peque al pecho y el papá la cogía para que yo pudiese hacer otra cosa (ducharme, descansar, escribir…). Se tumbaba en el sofá con nuestra bebita (y no tan bebita) sobre su pecho, y ahí se quedaban los dos durmiendo. Era una estampa entrañable.

A pesar de todo lo que el papá jugaba con ella, paseaba con ella, dormía con ella, la porteaba, la dormía (una pequeña etapa)… a pesar de todo lo que hacía con ella, llegó un momento en que sólo quería que fuese y estuviese mamá. Empezó de repente. Papá no, mamá, y a mi se me caía el alma a los pies cuando renegaba una y otra vez de su padre, al mismo tiempo que comenzó una etapa bastante agobiante para mí en ocasiones.

Aunque  sabes que es una etapa normal en su desarrollo es duro cuando tu hijo no quiere saber nada de ti y pareciera que sólo exista mamá. Por supuesto no digo que esto fuese así las 24 horas, es decir, en cuanto se dejaba hacer por su padre y comenzaba a jugar con él disfrutaba enormemente de su compañía, pero luego volvía a su mamá y de nuevo no quería saber nada de su papá.

“Papá malo” comenzó a decir mi hija hace unos meses cuando no quería jugar con su padre, que la vistiera o cualquier otra cosa. Encima para rematar, con lo que el papá se esfuerza, resulta que es malo. Palabra que comenzó a usar con todo lo que no quería (salir a la calle, comer tal cosa, etc), por cierto, que no se de dónde la ha sacado, porque nosotros no la utilizamos para referirnos al concepto de maldad (si por ejemplo, cuando estamos enfermos-malitos). Cada vez que utilizaba esta palabra para referirse a algo que no quería o le decía eso a su padre nosotros simplemente la contestábamos diciendo que lo único que pasaba es que no le apetecía tal cosa o que papá estuviese con ella en ese momento. Y ahora ya, a no ser que esté enfadada o molesta por algo, nos dice que no le apetece.

Además nos dimos cuenta de que el hecho de que el papá trabaje no le gusta a la peque. A ningún niño le gusta que su papá se marche a trabajar, pero en nuestro caso era evidente, era como si se enfadase con él, porque al llegar de trabajar muchas veces pasaba olímpicamente de él, aunque luego se le fuese pasando. Sin embargo los fines de semana esto no ocurría. También influía el hecho de que en cuanto el papá llegaba era mamá la que se ponía a trabajar, y claro, si papá viene y mamá ya no me hace caso pues no quiero que venga papá. Pero dejando un margen de tiempo para estar los tres, la cosa ha mejorado notablemente.


Por supuesto no todo queda ahí, pues la peque va creciendo y nuestras relaciones van cambiando. Y retomando la otra parte del título del post, “papá no, papá sí”, todo llega. Y el día que por primera vez mi hija me dijo mamá no, papá, no pude evitar una mezcla de sentimientos contradictorios. Por un lado el sentir que puedo hacer otras cosas sin el agobio de tener a la peque siempre encima y por otro el sentimiento de rechazo y de pérdida de ser su centro. Una etapa más, en la que demuestra que se va haciendo mayor, poco a poco. 

jueves, 29 de marzo de 2012

Los niños no necesitan estimulación temprana



El enunciado del título tiene matices, luego veremos cuáles son.


El tema que se trataba hoy en la Asociación Crianza Leganés era sobre la estimulación temprana y la fisioterapia respiratoria. La verdad es que entre que no tengo mucho tiempo y que no estoy de acuerdo en que un niño normal en su desarrollo necesite estimulación temprana, a punto estuve de no asistir esta mañana, y si lo hice fue porque estaba interesada en participar en un estudio sobre lactancia materna que está realizando el Hospital 12 de Octubre (están pidiendo la colaboración de madres lactantes, si alguna está interesada le paso la información), y como se iban a encargar ellas de recoger las muestras de las mamás que estábamos interesadas y llevarlas al Hospital, al final me decidí a ir, y menos mal, porque me ha encantado la reunión.

Paula, fisioterapeuta infantil (entre otras cosas) del Centro Adin, nos ha contado un poco a qué se dedican (desde el preparto y postparto hasta grupos de crianza), se ha centrado sobre todo en la atención temprana enfocada a niños con dificultades en su desarrollo y a los problemas más usuales del sistema respiratorio en los niños, y ha resuelto encantada todas las dudas que iban surgiendo. Debo decir que transmitía calidez y confianza a raudales.

Como parece que últimamente está de moda eso de que todos los niños, tengan o no algún tipo de retraso en su desarrollo, tengan que realizar por su bien alguna actividad de estimulación temprana, ya iba yo con la idea preconcebida (por mucho que me pese) de que era eso lo que nos iban a “vender”. Nada más lejos de la realidad. Paula nos ha dejado muy claro la necesidad de contacto, la atención de las necesidades del niño y no forzarles  a hacer nada para lo que no están preparados, para que estos se desarrollen con normalidad. Justo lo que yo pensaba.


Retomando el título que encabeza este post, estoy totalmente convencida de que los niños no necesitan estimulación temprana, no necesitan ir a ningún sitio para que se les estimule de ninguna manera. Con la salvedad de dos excepciones. Una de ellas es que el niño tenga algún tipo de retraso o dificultad en su desarrollo, lógicamente aquí habría que intervenir para subsanar o mejorar en la medida de lo posible esas dificultades.

Un niño al que se le atiende su llanto, su necesidad de contacto, al que se le da muestras de cariño, con el que se juega, se le habla, se le permite estar en el suelo desde los dos o tres meses para que pueda ir explorando según su desarrollo (sin forzarle a estar en posturas para las que todavía no está preparado, permitiéndole que él solo se siente o se ponga de pie cuando su cuerpo pueda hacerlo por sí mismo), se le permite explorar con la comida (descubriendo sabores, texturas, colores, olores…), se le coge en brazos, se le permite convivir (participar) en familia en las tareas cotidianas… ese niño (a no ser, como decía antes, que tenga algún tipo de dificultad en su desarrollo) no necesita estimulación temprana. No la necesita porque ya la tiene de la mano de sus padres o cuidadores. Todo eso desde mi punto de vista es la relación normal entre un niño y sus padres, una relación de respeto, amor y atención.

Un niño al que se le deja horas en la hamaquita, metido en el parque, frente a la televisión, al que se le deja llorar para que no se malacostumbre, con el que no se juega porque no se tiene tiempo o debe aprender a hacerlo solo desde pequeñito, al que no se le dan muestras de cariño… ese niño, que en principio no tiene (o no tenía) ninguna dificultad en su desarrollo, puede que sí necesite atención temprana. Este niño es la segunda excepción. Y es que carece de estímulos, de atención, y quizás serían bueno que ya que no lo tiene en casa lo reciba de alguna manera, aunque no sea de quien debería. Desde luego como profesional yo aquí informaría bien a los padres de lo que realmente necesita su hijo.

Pero cuando no hacemos las cosas mecánicamente con nuestros hijos, sino que estamos ahí para ellos, cuando les bañamos, les cambiamos el pañal, nos sentamos a la mesa con ellos, damos un paseo (hablándoles de lo que vamos viendo o simplemente estando presentes), nos ponemos a bailar o a cantar, les abrazamos, les contamos lo que vamos a hacer o cómo nos ha ido el día, cuando hacemos todo eso estamos estimulando de la manera más natural y amorosa a nuestros hijos.

viernes, 16 de marzo de 2012

18 meses


Llevo una semana mala, empecé con dolor de cuerpo, me quedé afónica y ahora me duelen la garganta y los oídos. La verdad es que estoy cansada, no sólo por cómo me encuentro, sino porque hace un mes estuve por el estilo (aquella vez fue también dolor de cuerpo general y fiebre) y casi no les ha dado a mi cuerpo y a mi mente tiempo a recuperarse cuando ya estamos otra vez. 

Estoy enfadada, no puedo evitarlo, quiero estar bien. Porque además de no encontrarme en condiciones estoy de mal humor y eso hace que no pueda estar con Minerva como me gustaría. Además no puedo dedicar el tiempo que necesito (estoy agotada) al proyecto en el que ando inmersa, para que pueda ver la luz y no se demore más.

A veces no valoramos el encontrarnos bien tanto física como anímicamente. En momentos como este me doy cuenta.

Soy consciente de que todo pasa y todo llega. Espero que se me pase pronto para poder estar al 100% con mi hija y a pleno rendimiento en las horas que pueda dedicarme a mi proyecto.


A lo que iba. Hoy hemos tenido la revisión de los 18 meses. ¡Año y medio! Por supuesto está estupenda y muy grande. Miro a mi hija y pienso en todo lo que ha crecido y en todo lo que aprende, con su carita cada vez más de niña “mayor”. Por un lado me siento inmensamente feliz y por otro soy consciente de cómo se nos escapa rápidamente el tiempo y de que tenemos que aprovechar con ell@s cada segundo, porque estos momentos son irrepetibles.


Hago un paréntesis para contaros que hoy ha sido la primera vez que nos han hecho un comentario irrespetuoso a nuestra lactancia. Estando en el centro de salud una señora que previamente le estaba diciendo a Minerva que se fuese con ella (qué manía, no me parece nada gracioso el que un extraño le pregunte eso a un/a niñ@) al ver que quería teta la ha llamado cochino. Sólo he atinado a decir “¡pero bueno!”, a lo que la mujer ha continuado diciendo que es que era muy mayor, así que le he terminado diciendo que mayor era ella y no mi hija. Ahí me he quedado yo dando teta a Minerva, comiéndome la cabeza de lo que le tenía que haber contestado, cuando al rato me pide disculpas la mujer por si me había molestado ya que lo decía en broma y además pensaba que era un niño (eso es lo de menos). Le he intentado hacer ver que si un desconocido la llama cochina a ella no se lo iba a tomar muy bien, pero le he agradecido sus disculpas.

Y ya que estamos os cuento nuestra experiencia con la enfermera (la cuarta desde que llevamos yendo). Después de estar cuarenta minutos esperando a que nos tocase y llegando la hora en la que a Minerva le entra sueño, cuando hemos entrado a consulta mi buhita  estaba cansada y sólo quería andar de un lado a otro y no estar encima mío mientras yo contestaba pacientemente las preguntas absurdas de la enfermera sobre cómo había sido la introducción de la alimentación complementaria (no me parece normal que cada vez que voy pregunten lo mismo, además ya hace tiempo de eso y la niña come de todo), así que ante el llanto de Minerva y su logro por zafarse de mis brazos para investigar todo lo que había por allí, no se le ocurre otra cosa a la mujer que preguntarla directamente a ella si es que no la ponían límites. No se quien tenía más ganas de salir de allí, si mi hija o yo. Eso sí, al final de la consulta nos ha dicho que qué bien que siguiésemos con lactancia materna ya que a esas edades era un privilegio. ¿Es un privilegio?


Aunque no suelo hablar de los avances de mi nena ni cómo va en su desarrollo voy a hacer una excepción, que para eso llevo el babero puesto y así me sirve de recordatorio.

Es una cabrilla loca, le encanta subirse a todos los sitios ella sola, columpios (da igual que sean de los de mayores, esos que dan vértigo, al menos a mí), mesas, sofás, muebles, y las escaleras, aunque aquí le damos la mano porque se dedica a saltar o ir haciendo el ganso. Tenemos que tener un cuidado, porque en cuanto nos despistamos ya la tenemos subida en algún sitio.

Hace tiempo que se sabe todas las partes del cuerpo, incluidas frente, cuello, rodillas, pestañas, etc, su bulba sabe perfectamente donde está, ja, ja, ja, me hace una gracia.
Come prácticamente sola, le dejamos su plato preparado y come con su tenedor, su cuchara (aquí como es lógico a no ser que sea algo espeso se le cae la mitad) y su vaso de agua que ya controla, a no ser que se ponga a jugar o que tenga dibujo y lo gire para verlo mejor, entonces lo que hay dentro va fuera. Las mandarinas le encanta pelarlas ella, aunque luego no se las coma.

Ya va diciendo más palabras, y aunque todavía no habla mucho se hace entender, ya sea mediante las señas que hemos ido utilizando desde poco antes de los diez meses o mediante la forma que ella crea que podemos entenderla mejor. Es verdad que a veces no la entendemos y parece que eso le frustra un poco. Ahora, mi hija dice “casco”, le encanta repetirlo cada vez que ve una moto, pero no le pidas que te diga “teta”, hay que ver.

A veces se le va un poco la mano con otros niños cuando quiere algo que tienen ellos y no se lo dan (juguetes generalmente), y con nosotros también cuando se enfada. Intentamos explicarle que a nadie le gusta que le peguen y que eso hace daño al otro, pero nada, espero que la cosa vaya cambiando. Eso sí, luego cuando le apetece va dando besos a todo el mundo, menos mal que a los que no conoce sólo se los tira de lejos. Cuando viene a darme un abrazo sin más, me derrito.
 
Todavía no enlaza las fases de sueño en la siesta, aunque alguna vez lo ha hecho. Si sus siestas don de hora y media, a los cuarenta y cinco minutos se medio despierta y tiene que seguir durmiendo a la teta otros tres cuartos de hora. He de reconocer que a veces no lo llevo bien, y es que con el poco tiempo que me deja me gustaría aprovechar ese ratito para dedicarlo a mi proyecto o tareas pendientes. Suelo aprovechar para estar en el ordenador, pero con lo que pesa termino con el brazo hecho polvo.

Aunque sabe cuando está haciendo caca, cuando le preguntas te dice que no, no le gusta nada que la cambiemos, y de hecho cuando va a hacer caca se va a un rincón donde no la veas y si vas donde está nada más verte de dice que no, no.

Le gustan mucho los animales (a este paso le vamos a hacer la colección entera); le encantan los cuentos desde bien pequeña, se los sabe ya de memoria; también le gustan mucho las pinturas, que dibujes algo para luego ella pintar rayajos encima, aunque se aburre pronto. Le encanta dar vueltas sobre sí misma, cuando para te mira sonriente mientras se tambalea, a veces se cae al suelo, pero a ella le da igual, y otra vez a empezar. 

He de reconocer que me gusta cuando la dicen que tienen carácter, que lo tiene, porque eso quiere decir que tienen claro lo que quiere y que tiene determinación.

¿Se nota lo orgullosa que estoy de mi niña?

viernes, 14 de octubre de 2011

Una infancia feliz deviene en adultos felices


Hace unas semanas, cuando íbamos bañar a Minerva, se le cayó encima un cubito donde guardamos un par de muñecos de goma para el agu
a. Nuestro baño es minúsculo y sus juguetes para el baño los tenemos en un cubillo que cuelga de unas barras de la pared para las toallas. Nuestro error fue no preparar el baño, con sus muñecos ya en el agua, como hacemos siempre antes de entrar con la pitufa a la acción. Más que nada fue el susto que se llevó. Y claro, ese día quiso salirse pronto del agua.
Nosotros tenemos plato de ducha, en el que metemos una bañerita para que Minerva pueda estar un rato jugando en el agua. Tuvimos la mala suerte de que al día siguiente se puso de pie, como tantas otras veces, y al querer salir se escurrió y se hizo daño con el borde del plato de ducha. De nuevo el baño duró poco.
Al tercer día, cuando su padre se metió con ella al baño, todo ya preparado, jugando y riendo, nada más meterla en el agua comenzó a llorar a moco tendido, tanto que me asusté y acudí corriendo para ver qué sucedía. No quería bañarse. Estaba de pié, toda sofocada, pidiéndonos que la sacásemos de allí. Y eso fue lo que hicimos.
Al día siguiente nada más darse cuenta de que la íbamos a bañar empezó a protestar y con sólo rozarle el agua ya estaba llorando. Me di cuenta de que había cogido miedo.
Con mucho cariño, traté de tranquilizarla, y se me ocurrió meter mi cabeza en su bañerita haciendo burbujas, haciendo la fuente, en fin, haciendo el ganso. Eso la hizo reír, y aunque conseguí que se sentara, entre juegos y risas, se notaba que todavía estaba alerta por lo que pudiera pasar. Quisimos que el baño no durase mucho para ir poco a poco.
El quinto día accedió a meterse al agua todavía un poco desconfiada, pero pronto pareció volver a disfrutar, salpicando, jugando y riendo. Con mucha ternura y paciencia logramos que olvidase las malas experiencias que le habían hecho reaccionar con desconfianza y miedo ante una situación que veía como desagradable, cuando siempre había sido todo lo contrario.

Todo esto que os cuento, me sirve para explicar, primero, que si les damos tiempo y mucho cariño podemos lograr que poco a poco dejen de temer algo que les desagrada haciéndoselo agradable. Y segundo, me sirve para explicar el tema de esta entrada, la memoria implícita.
La memoria implícita es el tipo de memoria que tienen l@s niñ@s hasta los 2 ó 3 años. Es una memoria en la que el/la niñ@ no tiene el recuerdo de lo que ha sucedido, sino que las impresiones que le han producido una determinada situación han quedado guardadas en su cerebro, y pueden ser determinantes para comportamientos futuros.
Minerva no recordaba que se le hubiese caído un cubito encima, sólo tenía la impresión, sin saber muy bien por qué, de que el baño no era un sitio seguro. Eso es lo que les ocurre muchas veces en la visita al pediatra después de haberles puesto las vacunas o ante una mala experiencia con el pediatra o la enfermera.
A partir de los 2 ó 3 años es cuando finaliza la mielinización del córtex cerebral, y es a partir de ahí cuando empezamos a tener memoria explícita, los recuerdos secuenciales de las cosas que nos van sucediendo.
Lo que hay que tener muy en cuenta es, que aunque antes de esa edad no tenemos recuerdos, sí se nos quedan grabadas impresiones que nos pueden hacer actuar en un futuro de determinada forma, y que las redes neuronales que se están formando pueden variar para bien o para mal, dependiente de si un/a niñ@ ha sido feliz o no en sus primeros años de vida.

En el último libro de Rosa Jové “Ni rabietas ni conflictos” podemos leer lo siguiente: Oliver Sacks: “En los dos primeros años de vida, aunque uno no conserva recuerdos explícitos, se producen recuerdos y asociaciones emocionales profundas en el sistema límbico y otras regiones del cerebro en donde se representan las emociones, y estos recuerdos emocionales pueden determinar el comportamiento de una persona para toda la vida”.
Por eso es fundamental procurar que la infancia de nuestr@s hij@s esté llena de amor, respeto y seguridad. En definitiva, preocupémonos por dar a nuestr@s hij@s una infancia feliz, qué padre no quiere eso para su hij@, y de esa forma conseguiremos que se conviertan en adultos felices.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Su primer añito, nuestro primer año

Acabo de terminar la tarta de cumpleaños para mañana. Ya hice otra la semana pasada, y es que el papá cumplió años el domingo y celebramos tres cumpleaños, el de la tía paterna (los hizo también la semana pasada), el del papá y el de la nena. Mañana lo celebramos de nuevo, con la familia materna, y esta vez si que es su cumpleaños de verdad. Quise hacerle una tarta, además de porque me gusta y me hace ilusión, porque quería que también ella comiera de su tarta, faltaría más. Y gracias a @Mousikh de Una mirada al otro lado, que me dio la idea y me prestó la receta, he hecho estas tartas riquísimas (la semana pasada Minerva se la comió encantadísima), esta última vez con alguna que otra variante. ¡Mañana es el gran día!


No quiero ponerme pesada con lo que hace o deja de hacer mi niña, porque para una madre su hij@ es lo mejor del mundo. Pero hoy, quiero y necesito contárselo al mundo entero, pues me siento muy orgullosa de mi pitufa, qué madre o padre no lo está.

Aunque hace un mes que dio su primer pasito sola, no ha sido hasta hace unos diez días cuando se soltó a andar, es un terremotillo. Que conste que aunque no andase estaría igual de orgullosa y de contenta, pues es igual de normal que anden a los diez meses como a los dieciocho. Pero cuando lo hacen, antes o después, como cada vez que logran hacer algo, es muy emocionante ver cómo han llegado hasta ahí y cómo se buscan sus mañas.

Sólo dice papá y mamá, alguna vez pareciera que ha dicho agua o tetita, eso sí, balbucea todo lo que quiere y más. Hoy en la revisión me decían que no paraba de hablar. Me encanta cuando después de contarle uno de los cuentos blanditos que tiene para el agua, le digo que me lo cuente ella y se pone a parlotear sin parar mientras pasa las páginas.

Le encanta meterse debajo de la mesa, las sillas, la trona, por todos los huecos (a veces luego no puede salir y se enfada), y subirse donde pueda, sobre todo al puf, donde se sienta, se pone encima de pie, se tumba para tirarse por el otro lado…

Y algo que nos dejó perplejos la primera vez que lo hizo fue decirnos que se había hecho caca. Como utilizamos mucho los gestos con ella, cada vez que hace caca le decimos que la vamos a cambiar el pañal porque ha hecho caca y nos damos un el puño suavemente en la cadera, a lo que ella suele imitarnos. El fin de semana pasado, en casa de unos amigos, estaba en la otra punta del salón jugando, cuando me mira y se da con la manita en la parte de fuera de la pierna, así que la miramos el pañal y efectivamente se había hecho caca. No es que lo haga siempre, a veces lo hace cuando se tira unos pedillos, pero con eso ya nos ha avisado más de una vez.


Esta mañana hemos tenido la revisión del año. Nos han dicho que está estupenda, guapísima y enorme (11 kilazos, ya me lo andaba avisando mi espalda, ja, ja), que por cierto todo eso ya lo sabíamos pero nos encanta que nos lo digan. Sólo mencionar, que la vacuna que antes era a los quince meses ahora se pone al año, la triple vírica (sarampión, rubéola y parotiditis); y que a mi pregunta sobre si debía seguir tomando el suplemento de yodo para la lactancia, la pediatra me ha dicho que si, que lo ideal sería todo lo que dure la lactancia o como mínimo los dos primeros años.


Dentro de unas horas Minerva cumple su primer añito con nosotros, aunque conmigo ya llevaba unos meses más. No he dejado estos días de recordar y recordar momentos maravillosos, llenos de magia e ilusión, y también algún que otro momento duro, pero que ahora en la distancia lo recuerdo con la misma nostalgia. El embarazo, en el que a pesar de algunas molestias (normales) disfruté de mi tripa muchísimo hasta el último momento, me parecía increíble tener a mi hija gestándose en mi interior, el milagro de la vida. El parto, tan largo, tan distinto a lo que había imaginado, aunque todo salió bien me hubiese gustado que algunas cosas hubiesen sido de otra manera. A estas horas acabábamos de subir a la sala de dilatación. El hospital, los primeros días con nuestra bebita, los meses que han ido pasando sin tregua, esos días de ensimismamiento, en los que la casa parecía ser diferente, y así era, con otra personita dándole la bienvenida. Y a día de hoy, habiendo atravesado momentos duros que siempre se superan, habiendo disfrutado al máximo de mi hija, siendo testigo de todos sus pequeños grandes avances (últimamente no tan pequeños), de todo su mundo, a día de hoy, me siento feliz de ver a mi niña crecer, de todos los cambios que hemos ido atravesando, tanto físicos como psicológicos. Es lo mejor que me ha pasado nunca. Es una personita maravillosa, que llegó a nuestras vidas como el mejor de los regalos, y a la que debo tanto, porque me ha mostrado tanto… de ella, del mundo, de mí misma, y todavía nos queda mucho por seguir aprendiendo.


Además, una cosa que a veces se nos olvida, es que también dentro de muy poquito es nuestro primer año como mamá y papá. Soy madre, y no puedo concebir mi vida sin esa condición. Hace un año renací como persona, como mujer, gracias a mi hija he conectado con partes de mí que creía olvidadas y he descubierto facetas mías que desconocía por completo, gracias a mi hija me esfuerzo cada día por ser mejor persona.


Felicidades mi amor

lunes, 23 de mayo de 2011

Mentiras

He leído últimamente sobre las mentiras que nos dicen nuestr@s hij@s, o lo que es peor (al menos bajo mi punto de vista) las mentiras que les decimos nosotros a ell@s, por cierto que buscando y buscando más información sobre padres mentirosos parece que no se escribe tanto sobre este tema, será que no interesa. Pero a mí si me interesa y mucho.

Lo primero es que los niñ@s como mejor aprenden es con el ejemplo, y si ven a sus padres mentirles a ell@s o a cualquier otra persona pues muy buen ejemplo no les están dando. Para colmo luego les molestará que sus hij@s vayan por ahí contando mentiras.

Luego me planteo, ¿qué confianza les estamos transmitiendo a nuestr@s hij@s cuando les prometemos algo que luego no cumplimos o les contamos milongas que terminan descubriendo tarde o temprano? Yo si descubro que alguien me miente desde luego mucha confianza no me va a dar, la próxima vez no me fiaré ni un pelo.

Tenemos un nene muy cercano, de cinco años, que muchas veces cuando le dices algo parece no creerte. Yo me preguntaba el por qué de tanta desconfianza, hasta que empecé a fijarme en la cantidad de mentiras (o mentirijillas, como dirían sus padres y abuelos) que le dicen para conseguir que actúe como ellos quieren. “Venga, termínate la manzana y luego vamos al parque”. Cuando se la termina y se da cuenta de que lo del parque era sólo una estratagema, entra en cólera, y encima es un niño malo por portarse mal. “Ahora cuando vayamos a montar al autobús si te preguntan les dices que tienes tres años (para no pagar)”. “¡Pero yo no tengo tres años!”. Le están incitando a mentir y además esto termina provocándole confusión. Lógicamente estos mismos adultos se enfadan o le recriminan cuando le pillan en una mentirijilla. ¿Qué conclusión va a sacar este niño de todo esto?

Temo el día en que pretendan hacernos partícipes de esas mentiras, preguntándonos también a nosotros para que asintamos y terminemos de convencerle de esas patrañas que cada vez les cuesta más meterle. Pues ese día me mirarán con mala cara cuando no quiera entrar en el juego.

Cuando veo estas escenas me parecen fatal y pienso que yo jamás haré eso con mi hija. Espero no caer jamás ni en la más inocente o piadosa de las mentiras.

El colmo es cuando recurrimos al miedo para intentar convencerles. “Que viene el coco”. “No te voy a querer si…”, etc. Aquí estamos jugando con sus sentimientos, su miedo al abandono. Me parece muy cruel, quiero pensar que quien dice esto a un/a niñ@ no es del todo consciente de las sensaciones que le está creando.

Luego, cuando comienzan a hablar y a preguntarnos, algunos no paran, quieren saberlo todo (esa sana curiosidad de los niñ@s por saber y descubrir), es conveniente contestarles siempre (a nadie le gusta que pasen de él/ella), de forma que ell@s entiendan lo que les explicamos y con sinceridad. A veces pensamos que no tienen edad para contarles ciertas cosas o no sabemos sobre lo que nos preguntan. En el primer caso, si un/a niñ@ pregunta algo es porque ya está preparad@ para la respuesta (siempre habrá que adecuar nuestras palabras a su edad); y en el segundo, si no sabemos algo, antes de inventárnoslo (los papas siempre lo sabemos todo) les podemos decir que como se lo queremos explicar bien se lo contaremos dentro de un rato, y una vez que nos hayamos informado al respecto podremos resolver su duda (y la nuestra).

A pesar de ser padres coherentes, que enseñamos a nuestr@s hij@s que no se dicen mentiras no diciéndolas tampoco nosotr@s, l@s niñ@s, pueden empezar a inventarse cosas, que no siempre tienen por qué considerarse mentiras. Parece que es a partir de los seis años cuando toman más conciencia de la realidad y de los beneficios que pueden obtener a través de la mentira. Os dejo un artículo, que me ha parecido bastante interesante, donde nos dice las causas por las que nuestr@s hij@s pueden mentir y cómo sería conveniente enfrentarnos a este tema.

martes, 5 de abril de 2011

Mi maternidad en 3 fotos

Mi maternidad en 3 fotos - Amor Maternal



"Mi maternidad en 3 Fotos es un carnaval de

blogs, iniciado por Amor Maternal, que nos invita a ilustrar en tres imágenes, los momentos que más nos han marcado y que nos definen como madres. Cada una elige si compartir imágenes del embarazo, del parto, dando el pecho, durmiendo, abrazados, jugando, o llevando a sus hijos en portabebés, etc. "
Me encanta la fotografía, tenemos un montón de fotos de Minerva a cual más bonita (qué voy a decir yo), y mi embarazo lo tenemos fotografiado semana a semana. Así que me gustó esta iniciativa. Y como últimamente tampoco dispongo de mucho tiempo esto no me entretiene demasiado.

Me ha sido difícil elegir sólo tres. Una de las que más me gustan es con Minerva mamando, pero ya la tengo en mi perfil de facebook para quien la quiera ver. Y en mi post de porteo también tengo alguna con la nena colgadita de mamá. Así que aquí os dejo un pequeñísimo resumen de mi maternidad.

Con treinta y siete semanas de embarazo papá se solidarizó con mamá sacando tripa (parte era suya, para qué os vamos a engañar):

Los primeros días. Mamá achuchando a su nenita y preparándola para el baño:

Minerva comiéndose la barbilla de mamá, le encanta. He de decir que esta fotografía la tomó su tía y está orgullosa de ella (de ellas, mejor dicho):





jueves, 24 de marzo de 2011

Libertad para gatear, libertad para caminar

He conseguido encontrar un ratillo para escribir unas líneas. Llevamos unos días sin parar con el añadido de que Minerva se va haciendo “mayor” y demanda más mi atención. Eso de tenerla conmigo mientras escribo ya no cuela, sabe que el ordenador le quita protagonismo y aunque sea sólo un rato ya no le hace ninguna gracia.


La casa de mis padres, donde he vivido toda la vida (hasta que conseguí emanciparme), tiene suelo de parquet. Estos suelos son cálidos y acogedores, y cuando caminas descalzo sobre ellos no transmiten sensación de frialdad. A pesar de ello, cada vez que mis padres me pillaban andando descalza, me llamaban la atención.

Siempre me ha gustado andar descalza por casa, no sabría decir muy bien por qué, quizás por la sensación de libertad, el contacto con el suelo... ¿Qué mejor manera de tener los pies en la tierra?

Recuerdo cuando de niños salíamos mis primos, mi hermana y yo, junto a un tío nuestro, al campo a pasesar, y este tío se quitaba los zapatos y los calcetines y nos invitaba a los demás a hacerlo, con el argumento de sentir la naturaleza bajo nuestro pies y sobre todo para estar más en conexión con la tierra. Nosotr@s divertid@s le imitábamos y andábamos como podíamos sobre la arenilla, los bichos, la hierba y las piedrecillas. Nos encantaba, por lo menos a mí.

A mi compañero de ruta y papá de Minerva también le encanta andar descalzo por casa, ya sea invierno o verano, y es que en nuestra casa tenemos el suelo de gres que es más frío. Ya sea con calcetines o sin ellos anda más feliz que una perdiz. Así que doy por hecho, lo mismo me equivoco, que a Minerva también le gustará y aprovechará a andar descalza siempre que pueda.

Todo esto viene para contar la necesidad de que a los bebés se les deje libertad en sus piececillos para moverse. Hasta que no andan no tienen ninguna necesidad de llevar zapatitos de ningún tipo. Que sí, que quedan muy monos, pero a ellos no les sirven para nada, en todo caso les añade un peso a sus diminutos pies, en detrimento de su movilidad. A través de sus pies los bebés obtienen mucha información y según van creciendo son de mucha utilidad en su desarrollo psicomotor, pues son fundamentales para el gateo y sus posterior caminar. Si calzamos a un bebé que está en proceso de gateo le estamos impidiendo desarrollarse con naturalidad y soltura, pues no permitimos el movimiento y la ayuda que le proporcionan sus deditos para tal actividad, le impedimos aprender de su propio cuerpo (cuando se llevan los pies a la boca) y del entorno. Lo cuenta muy bien el artículo titulado “Bebes descalzos, bebés felices”: ...el niño juega con sus pies y eso estimula su desarrollo, porque permite la maduración del sistema nervioso y favorece el control neuromuscular, el desarrollo intelectual y las habilidades sociales...

En Bebilandia también nos aconsejan: Caminar descalzo o con medias es beneficioso porque da mayor seguridad y equilibrio, el pie crece normalmente y desarrolla musculatura, fuerza y fortalece la acción de agarre de los dedos.

Nunca hay que forzarles a hacer algo para lo que no están preparados, y ponerles de pie sin haberlo hecho por ellos mismos puede causarle daños en su musculatura. A Minerva, cuando se la coge en brazos, le gusta estar en posición vertical, otra cosa es dejarla apoyada y que recaiga todo su peso en sus pies y sus piernas todavía inmaduros. Cada vez que la cogen y la dejan así (de esa manera el adulto no tiene que aguantar sus siete kilos y pico, para eso que lo aguante ella) me entran los siete males, pero esa ya es otra historia.

A pesar de vendernos zapatitos blandos para bebés que todavía no andan, tales no son adecuados para ell@s. ¿Qué necesidad tenemos de calzar a un bebé dentro de casa? Con un pijamita entero o unos calcetines en invierno es suficiente. Y para salir a la calle, cuando hace frío, podemos ponerles unos calcetines gruesos (existen también calentadores para bebés), que les complementará el saco, la mantita o el buzo donde les llevemos.

Existen unos zapatos de piel, especial para bebés, flexibles, blandos y antideslizantes que se adaptan a sus pies como una segunda piel. Los hemos visto de la marca pitter patters y shooshoos (no me gusta hacer publicidad, pero es por si alguien conoce algunos otros). Estos últimos son los que le hemos comprado a Minerva, para cuando empiece a ponerse de pie y estemos fuera de casa.

jueves, 17 de marzo de 2011

6 Meses

Parece mentira, pero mi niña ya tiene seis meses, medio año. Aunque en realidad tiene quince meses de vida, desde que fue concebida. Recuerdo cuando estaba de seis meses de embarazo, con una tripa ya considerable, y lo que disfrutaba con sus pataditas, sus movimientos, cuando papá pegaba el oído y escuchaba el retumbar de su corazoncito… ¡Ay! Qué nostalgia me entra. Cuando me preguntaba cómo sería, su carita, su carácter, y ahora han pasado ya seis meses y aquí la tengo, preciosa, sonriente, sin parar de moverse, intentando coger todo lo que tiene cerca, mirándolo todo curiosa, contándome cositas en su lenguaje particular.

Creo que en el primer año de vida cada mes es como si fuese su cumpleaños, ¡ya tiene un mesecito!, ¡ya tiene tres meses! ¡Madre mía, ya tiene medio añito! No puedo evitar preguntarme cómo será dentro de seis meses más. Pero quiero ir despacio, disfrutar de cada momento con ella (aunque no voy a negar que a veces querría que algunos momentos de “crisis” pasasen rápido), porque no volverá a tener nunca esta edad, y hay que aprovechar cada ratito con ell@s. Además ya se sabe que cuando se disfruta el tiempo parece acelerarse.

Ha cambiado tanto mi vida en año y medio… A veces echo de menos quedarme por la noche viendo una película (si quiero dormir algo no me lo puedo permitir), ver un poco más a mis amigos (aunque l@s niñ@s no son excusa para no vernos), tener un poco más de tiempo para descansar… pero en general no echo de menos mi vida anterior, más que nada porque no concibo mi existencia sin mi tesoro. No sólo te cambia la forma de organizarte sino la manera de ver las cosas. A pesar de creer tener claros algunos asuntos referentes a l@s niñ@s Minerva me ha abierto los ojos en muchos aspectos; ha hecho que lea e investigue para estar bien informada y al mismo tiempo comprenda que el instinto de una madre es esencial; ha hecho que nos pongamos en contacto con otras mamás y otros niñ@s, asistiendo a grupo de apoyo, con lo vergonzosa que yo soy; ha logrado que descubra facetas mías que desconocía y ha hecho aflorar otras que reprimía. Puedo aseguraros que cada día aprendo algo nuevo, de ella y de mí.

Ella es el origen de este espacio que de vez en cuando comparto con vosotr@s.

viernes, 24 de diciembre de 2010

3 meses

Parece que siempre ha estado con nosotros. Veo el parto tan lejano ahora. Y sin embargo el tiempo no se detiene, pasa rápido, tan rápido que sin darnos cuenta ya tiene tres meses y continúa creciendo, que de eso se trata.

Siempre ha estado muy despierta, pero ahora esos ojazos no dejan de observarlo todo, curiosa, te busca con la mirada.

La sonrisa ha pasado de ser un mero reflejo a ser una sonrisa en toda regla dedicada especialmente a nosotros, o a todo aquel que le obsequie con unas palabras amables. Incluso a veces acompañada ya de un “je”, aperitivo de lo que dentro de poco será su contagiable risa.

Sus manitas, que ya desde el principio agarraban dulce e inconscientemente mi dedo mientras mamaba, ahora empiezan, también curiosas, a agarrar o intentar agarrar todo lo que pillan cerca. Zarandea a su amigo el elefantito en la cuna; se engancha al pelo como un monito; entrelaza sus manitas (llevándoselas en ocasiones a la boca como si estuviese muerta de hambre); se sujeta a su ropita, a la nuestra, o a las sábanas como si eso le hiciese sentir más segura… Incluso cuando estoy, como ahora, con ella sentada conmigo frente al ordenador, parece que le gusta eso de apretar ella las teclas.

Sus pequeños soniditos van dejando paso a un parloteo de lo más lindo, siempre y cuando no suceda a las dos de la mañana. Dice ajo cuando quiere, intenta decir cositas que la verdad no sabemos muy bien qué y como parece que le gusta oírse pues se dedica a gritar, que debe hacerle mucha gracia a ella.

Ahora se despierta más por la noche, que aunque sabemos que es lo normal, no quita que te fastidie. Y las tomas, pues mareada me tiene, que aunque igualmente sabemos que es normal, tan pronto está todo el día enganchada a la teta como al día siguiente parece que apenas tiene hambre.

Pues eso, mi nena es una caja de sorpresas. Le queda tanto por aprender… y a nosotros con ella.