La casa de mis padres, donde he vivido toda la vida (hasta que conseguí emanciparme), tiene suelo de parquet. Estos suelos son cálidos y acogedores, y cuando caminas descalzo sobre ellos no transmiten sensación de frialdad. A pesar de ello, cada vez que mis padres me pillaban andando descalza, me llamaban la atención.
Siempre me ha gustado andar descalza por casa, no sabría decir muy bien por qué, quizás por la sensación de libertad, el contacto con el suelo... ¿Qué mejor manera de tener los pies en la tierra?
Recuerdo cuando de niños salíamos mis primos, mi hermana y yo, junto a un tío nuestro, al campo a pasesar, y este tío se quitaba los zapatos y los calcetines y nos invitaba a los demás a hacerlo, con el argumento de sentir la naturaleza bajo nuestro pies y sobre todo para estar más en conexión con la tierra. Nosotr@s divertid@s le imitábamos y andábamos como podíamos sobre la arenilla, los bichos, la hierba y las piedrecillas. Nos encantaba, por lo menos a mí.
A mi compañero de ruta y papá de Minerva también le encanta andar descalzo por casa, ya sea invierno o verano, y es que en nuestra casa tenemos el suelo de gres que es más frío. Ya sea con calcetines o sin ellos anda más feliz que una perdiz. Así que doy por hecho, lo mismo me equivoco, que a Minerva también le gustará y aprovechará a andar descalza siempre que pueda.
Todo esto viene para contar la necesidad de que a los bebés se les deje libertad en sus piececillos para moverse. Hasta que no andan no tienen ninguna necesidad de llevar zapatitos de ningún tipo. Que sí, que quedan muy monos, pero a ellos no les sirven para nada, en todo caso les añade un peso a sus diminutos pies, en detrimento de su movilidad. A través de sus pies los bebés obtienen mucha información y según van creciendo son de mucha utilidad en su desarrollo psicomotor, pues son fundamentales para el gateo y sus posterior caminar. Si calzamos a un bebé que está en proceso de gateo le estamos impidiendo desarrollarse con naturalidad y soltura, pues no permitimos el movimiento y la ayuda que le proporcionan sus deditos para tal actividad, le impedimos aprender de su propio cuerpo (cuando se llevan los pies a la boca) y del entorno. Lo cuenta muy bien el artículo titulado “Bebes descalzos, bebés felices”: ...el niño juega con sus pies y eso estimula su desarrollo, porque permite la maduración del sistema nervioso y favorece el control neuromuscular, el desarrollo intelectual y las habilidades sociales...
En Bebilandia también nos aconsejan: Caminar descalzo o con medias es beneficioso porque da mayor seguridad y equilibrio, el pie crece normalmente y desarrolla musculatura, fuerza y fortalece la acción de agarre de los dedos.
Nunca hay que forzarles a hacer algo para lo que no están preparados, y ponerles de pie sin haberlo hecho por ellos mismos puede causarle daños en su musculatura. A Minerva, cuando se la coge en brazos, le gusta estar en posición vertical, otra cosa es dejarla apoyada y que recaiga todo su peso en sus pies y sus piernas todavía inmaduros. Cada vez que la cogen y la dejan así (de esa manera el adulto no tiene que aguantar sus siete kilos y pico, para eso que lo aguante ella) me entran los siete males, pero esa ya es otra historia.
A pesar de vendernos zapatitos blandos para bebés que todavía no andan, tales no son adecuados para ell@s. ¿Qué necesidad tenemos de calzar a un bebé dentro de casa? Con un pijamita entero o unos calcetines en invierno es suficiente. Y para salir a la calle, cuando hace frío, podemos ponerles unos calcetines gruesos (existen también calentadores para bebés), que les complementará el saco, la mantita o el buzo donde les llevemos.
Existen unos zapatos de piel, especial para bebés, flexibles, blandos y antideslizantes que se adaptan a sus pies como una segunda piel. Los hemos visto de la marca pitter patters y shooshoos (no me gusta hacer publicidad, pero es por si alguien conoce algunos otros). Estos últimos son los que le hemos comprado a Minerva, para cuando empiece a ponerse de pie y estemos fuera de casa.
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