Mostrando entradas con la etiqueta Parto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Parto. Mostrar todas las entradas

jueves, 3 de marzo de 2016

Miedo al dolor en el parto

Nos han hecho creer que no somos capaces de dar a luz. Que ni nosotras sabemos ni nuestro cuerpo vale para ello. Que nuestro bebé tampoco sabe. Y por tanto necesitamos que al gran salvador profesional nos diga cómo proceder y “nos saque” a nuestro bebé. ¿Qué sería de nosotras sin su ayuda?


Por suerte hay grandes profesionales que no intervienen. Saben que su cometido es acompañar a la mujer en el parto y sólo intervenir si surge algún problema.


Un factor clave para que el parto se desarrolle con normalidad es que a la mujer que va a dar a luz esté tranquila, a su ritmo, segura, en un ambiente relajado e íntimo. Entonces el parto se desarrolla sin ningún problema en la mayoría de los casos.

Lo que sucede es que muchas mujeres llegamos al parto con miedo. Miedo a no ser capaz, a que surjan todos esos problemas que nos han contado tantas veces (pero no el motivo), miedo a que nuestro bebé nazca con alguna patología, miedo a la muerte, miedo al dolor.

Hemos oído tantas historias de partos en las que el dolor era tan insoportable que nos da pánico.

Ese miedo al dolor, esa falta de confianza en nuestro cuerpo puede hacer que el parto no progrese o que decidamos dar nuestra responsabilidad a terceros. Que nos controlen, que nos pongan y nos quiten, que nos digan en qué postura colocarnos, cómo empujar, que nos saquen a nuestro bebé…

Ese miedo al dolor que ya en el embarazo, sin ni siquiera haber experimentado si es tal, nos hace asegurar que pediremos la epidural si o si. ¿Para qué sufrir innecesariamente?

Cada mujer es libre de decidir cómo quiere su parto. Pero para poder decidir hay que estar informada, conocer riesgos, desechar mitos y deshacernos tanto de nuestros miedos como de los que nos infunde la sociedad y algunos pseudo profesionales.


El miedo paraliza, no deja avanzar.
Esto sucede en el día a día.
Y esto sucede en el parto.


- Si tengo miedo las hormonas del estrés paralizan el parto.

- Si tengo miedo no dejo que las contracciones fluyan y por tanto las retengo, aumentando el dolor e incluso no descansando entre contracciones.

- Si tengo miedo será más fácil que me deje hacer lo que otros decidan.

- Si tengo miedo no disfruto.

- Si tengo miedo no dejo que el cuerpo segregue sus propias endorfinas.


En mi experiencia te puedo asegurar que así como en mi primer parto lo pasé realmente mal con las contracciones, porque intentaba parar el dolor y el resultado era una contracción constante. En mi segundo parto, habiéndolo trabajado y habiéndome informado y leído mucho, fue la experiencia más maravillosa e intensa que he vivido nunca.


Si estás embarazada...

               …infórmate bien.

               … trabaja tus miedos.

               … pide acompañamiento si así lo crees necesario.

               … sana heridas pasadas si es el caso.

               … lee historias de partos disfrutados y respetados.


En cuanto al tema del dolor en el parto te recomiendo estos dos libros, que pueden ofrecerte mucha luz al respecto: “Parir sin miedo” de Consuelo Ruiz Vélez-Frías y “Pariremos con placer” de Casilda Rodrigáñez Bustos.


Dolor no es lo mismo que sufrimiento. No todas las mujeres sienten como dolorosas las contracciones. Y el inminente nacimiento del bebé puede ser vivido con gran placer.

Las contracciones son una manera de conectar con nuestro bebé y estar presentes en el parto. Permitiendo los cambios necesarios en nuestro cuerpo para dar a luz.


¿Qué recuerdos tienes de tu parto, lo disfrutaste?


Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.
  
Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín

jueves, 13 de agosto de 2015

Parto disfrutado: nuestra experiencia

Desde que nació mi segunda hija, hace ya dos semanas, estoy deseando contar a quien lo quiera oír la historia de nuestro parto. Y es que fue el parto que quería: respetado, disfrutado, mamífero, intenso, maravilloso, oxitocínico… Y por eso no puedo evitar contar nuestra experiencia a los cuatro vientos.

Me habían intentado “bien aconsejar” que era mejor no tener expectativas, por si algo no salía “bien” o como yo quería, para así no llevarme un disgusto. Como si las cosas no tuvieran por qué ir bien. No me canso de repetir que si se permite que el parto lleve su curso este sucede de manera fisiológica. Claro que puede surgir alguna complicación, como todo en esta vida. Se trata de saber qué complicaciones pueden darse y sólo en esos casos intervenir.

Este parto ha sido totalmente diferente a mi primer parto, como lo está siendo nuestra lactancia y mi puerperio. Saber lo que es un parto fisiológico, lo que se necesita para que todo fluya, confiar en mí y en mi bebé, y tener muy claro cómo quería que fuese nuestro parto, han sido las claves para que la llegada de mi pequeña viniera cargada de un torrente hormonal bestial.


Nuestro parto…

Un mes antes de dar a luz venía teniendo contracciones de Braxton Hicks bastante frecuentes. De hecho de vez en cuanto tenía alguna contracción dolorosa. Era consciente de que mi cuerpo se iba preparando. Una semana antes también venía notando cómo el cuello del útero iba abriéndose poco a poco.

Reconozco que no esperaba que fuese un parto tan rápido. Pensé que comenzaría con contracciones irregulares y que poco a poco se irían volviendo más regulares y frecuentes. Pero mi cuerpo llevaba ya semanas preparándose para ese día. Así todo pareció acelerarse.

En la semana 39+5, a las cuatro de la mañana me despertó una contracción dolorosa. Me había dormido sobre las 2 (mis extraños horarios durante el embarazo para conseguir lograr el sueño), así que estaba cansada y no le di demasiada importancia. Quería seguir durmiendo. Pero aproximadamente a los 13 minutos tuve otra, y así otra y otra, cada vez con menor intervalo entre contracción y contracción.

Cuando llevaba una hora con contracciones, que ya eran cada 7 minutos, decidí que era hora de despertar a mi pareja y llamar a los abuelos para que viniesen a recoger a Minerva. Así mientras, fuimos preparando la maleta para mi niña y terminando de preparar las cosas para el hospital.

Cuando venía una contracción dejaba lo que estaba haciendo, me iba a la habitación a oscuras y allí de pie y apoyada en la cama atravesaba la contracción. En mi primer parto no tuve descanso entre contracciones, porque intentaba evitar el dolor y la contracción. Por eso esta vez sentía cierta fascinación en cómo la contracción venía, subía la intensidad del dolor y luego bajaba y volvía la calma. Me gustaba centrarme en esa calma de endorfinas.

Minerva se despertó contenta de que viniesen a buscarla los abuelos, todavía de noche. Estaba tranquila, nosotros también lo estábamos. Se despidió y se fue serena, sabiendo que en poquito tiempo nos volveríamos a ver y podría conocer por fin a su hermana.

A las 6 decidimos que era hora de ir al hospital. La verdad es que me parecía que todo iba tan rápido que no podía ser posible. No me estaba dando tiempo a hacerme a la idea, a pesar de los nueves meses de espera. Además estaba cansada y sólo me apetecía dormir.

En el coche las contracciones fueron flojitas. Pero al bajar, con el cambio de postura, las contracciones se intensificaron, ya eran cada 3-5 minutos. Yo me tomaba mi tiempo para moverme andando.

Dejé que la matrona me explorase en el potro porque acaba de pasar una contracción, pero justo me vino otra. En esa postura solo atinaba a pensar que estaba en un potro de torturas, como su imagen siempre me había sugerido. La matrona espero a que pasase la contracción. Nos dijo que estaba de 6 cm. por decir algo, ya que en cuanto apoyase la cabecita nuestra pequeña estaría con nosotros. Esas fueron sus palabras.

Una vez entregado el plan de parto a la matrona, esta no nos puso ninguna pega. Algunas de las cosas que especificamos fueron que no quería que me pusiesen vía por protocolo, que el monitor fuese intermitente para poderme mover con libertad y que como queríamos que el parto fluyese por si solo quería que el alumbramiento fuese espontáneo (sólo quería que fuesen nuestras propias hormonas las que nos inundasen).

La subida (una planta, en ascensor) a la sala de dilatación-paritorio se me hizo eterna, ya que me iba parando cada dos por tres según venía la contracción. Ya para entonces iba  en mi mundo, concentrada. Apenas me enteraba de lo que pasaba a mi alrededor.

La matrona me recordó y ofreció la posibilidad de terminar la dilatación en la bañera, que el hospital disponía para tal uso. Lo pensé unos instantes. En otras circunstancias me hubiese parecido una gran idea. Pero en esos momentos no me apetecía el simple esfuerzo de meterme dentro y tener que volver a salirme si no estaba cómoda.

Una vez en la sala me coloqué a los pies de la cama, para apoyarme cuando me venían las contracciones. Mientras, la matrona aprovechó para monitorizar unos minutos a nuestra pequeña. Estaba muy cansada, así que me subí de rodillas a la cama, pero así no estaba cómoda. Estaba tan cansada que me tumbé de lado. Quería dormir, pero las contracciones eran muy seguidas

Tenía mucha sed. La matrona me preguntó si prefería agua o un aquarius. Preferí el refresco y a sorbitos de vez en cuando me lo fui bebiendo. Durante la dilatación la matrona nos dejó a ratos solos. Recuerdo que en algún momento me dijo que lo estaba haciendo muy bien.

En esas estábamos cuando vino una gine a decirme que respetaban mi decisión de no ponerme vía pero que ella tenía que informarme que consideraba que era mejor ponérmela. Todo esto en una contracción. Al principio pensé: “uy, una gine, fuera”. Luego ya sólo pensaba: “¿pero alguien la está haciendo caso?”. E igual que vino se fue. Este recuerdo de la mujer hablando “sola” me ha hecho reírme mucho después.

Las contracciones eran cada vez más seguidas e intensas. Y comenzaba a tener unas potentes e irracionales ganas de empujar. Una sensación nueva para mi, nuestro anterior parto fue vaginal pero "anestesiado". Además notaba cómo se abría el canal de parto y sentía como si algo fuese a estallar. Y así fue, la bolsa se rompió y el líquido amniótico salió disparado en todas direcciones.

La matrona, muy bajito, me dijo que tenía que decirme algo. Yo ya sabía lo que era. El líquido estaba teñido de meconio. Le pregunté si la aspirarían y me dijo que si. No me hizo gracia, pero la verdad es que se me olvidó rápido. Las contracciones eran cada vez más intensas. Me hubiese gustado cambiar de postura, pero ya no podía moverme.

La sensación de pujo era cada vez mayor. Yo gritaba en cada contracción al mismo ritmo, iba ascendiendo y luego bajaba. Y en una de ellas salió su cabecita. La toqué, blandita y mojada… Me emocioné. Fue un subidón y un chute en todos los sentidos. La siguiente contracción no se hizo esperar, más intensa aún. Yo resoplaba jadeante. Entonces la matrona me animó a soplar, tranquila, y mi niña salió al mundo, maravillosa.

La fui a coger, pero primero tuvieron que quitarle un par de vueltas de cordón, una alrededor del cuerpo y otra de cuello. Entonces ya si estaba conmigo, sobre mi pecho, húmeda, calentita, blandita, perfecta y con un olor que no olvidaré nunca. Y ahí, encima de mí, volvió a hacer caca y pis, a gustito con mamá.

Luego me di cuenta de que al final no había hecho falta aspirarla. Habían entrado algunos pediatras en la sala, cosa de la que ni me enteré. No vieron necesidad de aspirarla, ya que había comenzado a respirar por si misma.

Una vez que el cordón dejó de latir el papá lo cortó. Al ratito sentí de nuevo una pequeña contracción y ganas de empujar. Salió entera la placenta, que la matrona nos mostró y explicó brevemente.


El cansancio había desaparecido. Tenía a mi pequeña en mis brazos cuatro horas después de haber empezado a sentir las primeras contracciones esa madrugada. Todo estaba bien, todo había salido como queríamos y a pesar del dolor de las contracciones había disfrutado intensamente de nuestro parto. Así estábamos, hinchadas de oxitocina. Y así estaba (estoy), enamorada hasta las trancas de mi pequeña duendecilla, embobada con sus ruiditos, sus caritas, su olor, su piel y toda ella.

Mi pequeña se enganchó al pecho al poquito de nacer y así estuvo hora y media sin parar de una y otra teta. Y ese tiempo después sin ayuda me levanté como si tal cosa a lavarme un poco el meconio que se nos había quedado pegado a las dos. Cuando vinieron los celadores a subirnos a planta se sorprendieron de verme tan estupenda recién parida. Y es que así es como me sentía, enérgica y feliz.

Antes de subir a planta la matrona, ya vestida de calle, vino a despedirse de nosotros. La verdad es que me gustó mucho cómo nos respeto y acompañó en todo momento. Toda una profesional.


Otras cuatro horas después, ya en planta, pudimos estar los cuatro juntos. Queríamos que Minerva fuese la primera en conocer a su hermanita y así fue. Estaba deseando cogerla, darle besitos y tocarla. Y a mi se me caía (cae) la baba con las dos así.



Si la información te ha resultado interesante o útil te invito a seguirme en facebook. Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com.

lunes, 13 de julio de 2015

Parto: Bolsa para el hospital

Si me sigues de cerca sabrás que me encuentro en la recta final de mi embarazo. Ya tenemos todo más o menos organizado. Y si no fuese por este calor mortal estaría mucho mejor.

Quiero contarte lo que llevaré en la bolsa para el hospital por si te sirve. Eso si, decirte que a pesar de estar en mi lista, no todo lo considero imprescindible. Así que te cuento qué llevo y mis motivos para ello.


- Plan de parto. Esto si lo considero imprescindible, a pesar de haber elegido un hospital lo más respetuoso con el parto fisiológico. En su momento ya envié mediante carta certificada varias copias al hospital. Pero no está de más ir con el plan de parto bajo el brazo (esto el papá, que por otro lado se lo sabe enterito, por si hace falta recordarles algo).

- Algo ligero de comida: Zumo, yogur, caldo… Por si me apetece tomar algo ligero durante el trabajo de parto. Una botellita de agua tampoco es mala idea, para tenerla a mano si tengo sed. O unos bombones, para quedarme más tranquila si por lo que sea no siento a mi pequeña durante un tiempo. Mi intención es no necesitar esto en el hospital.

- Manta eléctrica. Lo mejor para aliviar las posibles molestias de las contracciones es un baño con agua calentita, cosa que haré en mi casa. Pero si tengo molestias en la zona de los riñones, como con mi hija mayor, puede serme útil. Al igual que con la comida, espero no necesitarlo en el hospital, porque procuraré pasar el máximo tiempo posible más cómodamente en mi casa.

- Abanico y música relajante. Como he dicho antes, tampoco esto creo que sea algo que necesite en el hospital. Lo mejor es pasar en casa cómodamente y en intimidad la mayor parte del trabajo de parto y acudir al hospital cuando las contracciones sean ya más seguidas y regulares.

- Kanga o paño africano. Se trata de un portabebé de algodón de origen africano. Esta ha sido mi elección para llevar al hospital, ya que mi intención allí más que portear a mi pequeña es hacer Cuidados Madre Canguro, la mejor forma de ofrecerle lo que necesita en sus primeras horas de vida. También podríamos hacer piel con piel sin nada más.

- Camisón y bodys, para mi y para mi niña respectivamente. Como he dicho haremos piel con piel, por lo que quizás no hagamos mucho uso de ellos. Pero para cuando nos marchemos un body para mi pequeña si será necesario.

- Bragas desechables. Considero que es algo con lo que estaré más cómoda, más que nada como sujeción de las compresas postparto.

- Chanclas y toalla. Unas zapatillas cómodas para caminar si creo que hacen falta. Luego me gusta llevar mi propia toalla para darme una ducha. Aunque esto último no corre prisa, sobre todo de cintura para arriba, para que mi pequeña pueda oler totalmente a mamá en sus primeras horas.

- Sujetador de lactancia. Al hacer piel con piel no es necesario, pero como tengo el pecho grande lo llevaré por si en algún momento estoy más cómoda con él puesto.

- Sacaleches. Confío en que no me haga falta. Si no fuese así pediría uno en el hospital. Pero gusta ser previsora.


Como ves no todo es necesario. Y lo que llevo lo hago según mis necesidades y las de mi pequeña. Lo más importante es llegar al parto tranquilas, confiando en nosotras y en nuestro bebé.


Cuéntame, ¿crees que sobra o falta algo?


Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín. Si necesitas un portabebé puedes encontrarlo en mi tienda online.


Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.

lunes, 15 de junio de 2015

Parto en casa: relato de Marta

En esta ocasión será Marta quien nos cuente la experiencia de su parto en casa. Estoy segura de que no te dejará indiferente. Ojalá todos los partos fuesen siempre así: respetados, fisiológicos y hermosos. Agradezco de corazón a Marta el que haya querido compartir su maravillosa experiencia. Sin más te dejo con ella.


  
Hoy quiero contarte cariño mío como transcurrió uno de los días más importantes de mi vida… y de la tuya. Fue un precioso domingo a principios de Noviembre cuando nos conocimos. Me desperté la primera, como siempre, dejando a papá y a la hermanita en la cama. Desperté con la certeza de que ese iba a ser por fin el día esperado. Entrábamos en la semana 42 y el fantasma de la inducción intentaba hacer flaquear mis fuerzas, pero yo confiaba en ti y sabía que esperabas a estar preparado. La noche anterior tu tía llegó de Inglaterra y la familia estaba completa, el momento había llegado.

Eran las 9 de la mañana y la casa estaba en silencio. Al limpiarme comprobé con alegría que había sangre y casi como por arte de magia sentí la primera contracción. Con toda tranquilidad me fui a desayunar. Abrí el ventanal de la cocina y me tomé un zumo mirando el paisaje mientras el aire acariciaba mi rostro. Me sentía bien, muy bien, aliviada y tranquila. Era la hora de llamar a mis chicas. Marqué el teléfono de Anabel y le conté como iba. Recuerdo que me preguntó si le daba tiempo a darse una ducha y le dije que iba para rato. Después de las 36 horas de mi primer parto estaba preparada para que las cosas fueran despacito. Pero no fue así, a las nueve y media tenía contracciones regulares pero aún de “baja intensidad”.  Y, a las 10, cuando se levantó papi, ya habían empezado a intensificarse. Volvimos a llamar a Anabel, y aquí las hormonas debieron de empezar a hacer su trabajo y yo a desconectarme de mi parte racional poco a poco, porque mis recuerdos se vuelven confusos, como una niebla en la cual de vez en cuando vemos un claro.

Para cuando llegaron Anabel y Paca, ya tenía tomado el salón como mi base de operaciones ;). Papá había colgado un fular anudado en una de las puertas del cual yo me colgaba sentada en mi súper pelota para intentar relajarme durante las contracciones. No sé si me preguntaron o yo les conté que todo iba fenomenal, que las contracciones empezaban a ser un poco “heavy” pero que todo iba bien. Anabel me preguntó si quería que me explorara y confirmamos que había parto en curso.

No sé cuánto tiempo estuve en cada lugar ni en cada postura, ni si estaba sola o acompañada. Recuerdo estar a cuatro patas en el sillón con la cabeza apoyada en el respaldo y de repente sentir la necesidad urgente de cambiar de postura, y al moverme notar como la bolsa se rompía y caía todo el líquido sobre la alfombra nueva. Pensé “espero que las manchas salgan” y me eché a reír. Miré a mí alrededor, el salón estaba en penumbra, y vislumbré a Sonia, mi otra matrona, sentada en una butaca y la pregunté por si había meconio. Todo seguía bien.

También recuerdo cómo me ponían una bolsita de agua caliente en la espalda para aliviarme y como según avanzaba el parto el dolor iba cambiando de zona, bajando cada vez más por la espalda hasta llegar a las caderas.

Otra vez, volví a sentir la necesidad imperiosa de cambiar de postura y lugar y acabé en el suelo con medio cuerpo apoyado en la pelota y totalmente embriagada por mis propias endorfinas. La intensidad de las contracciones estaba en su punto álgido. Eran muy largas e intensas y acababa mareada. Y allí aparecía Paca con un pañuelito con esencias para ayudarme a recuperarme. En este punto recuerdo que hubo un momento que me sentía como un globo lleno de aire que salía descontroladamente por mi boca, me alzaba desbocadamente por el cielo y estaba a punto de desaparecer. Pero de nuevo Paca, mi querida doula, lanzaba una cuerda y me traía de vuelta y me sujetaba para no perderme o entrar en pánico.


De nuevo esa inquietud interna que me hacía moverme. Intenté darme un baño, pero en cuanto metí un pie en la bañera pensé que eso no era lo que realmente me apetecía y me dejé llevar hacía donde quería estar, y así acabé en el dormitorio.

Tenía ganas de tumbarme a dormir 5 minutos, pero en cuanto rocé la cama mi cuerpo reaccionó, “no estamos para eso ahora, nena” y vino otra súper contracción que pasé de rodillas en el suelo. Me senté en el borde de la cama, la próxima no me iba a pillar desprevenida.

En ese momento me preguntaron si quería probar la silla de partos y la probé, pero me iba grande, así que seguí en el borde de mi camita. Le comenté a Anabel que si podíamos ver cómo evolucionaba porque empezaba a estar cansada. Con la exploración vimos que la dilatación estaba completa pero que aún faltaba que descendiera. Fue, entonces, cuando tuve el único momento de flaqueza. Albergaba la esperanza de que me dijese que ya no quedaba nada, pensaba que debía de llevar un montón de horas y que ya empezaba a estar cansada. No pude evitar ponerme a llorar y les dije que quería empujar, que no tenía ganas, pero que quería empujar a ver si salías ya. Así que en la siguiente contracción empuje, y, acto seguido de nuevo esa sensación de levántate-y-vete-de-aquí-YA.

Me levanté y sentí como un hormigueo que me recorría todo el cuerpo, como cuando se va a producir un tsunami y todo el agua se va mar adentro cogiendo impulso para arrasar con todo. Tenía ganas de saltar por la ventana y salir corriendo (vivo en un bajo), se lo dije y nos reímos. De pronto noté como un silencio total en mi interior y de repente una contracción que me lanzó contra el techo (en realidad sólo fueron un par de centímetros del suelo) y me quedé doblada con los brazos extendidos sobre la cama y los pies en el suelo. Te sentí. Note que eras tú intentando abrir las puertas, empujando para salir al mundo, para estar conmigo.

Noté como todo se movilizaba a mí alrededor. Papá se sentó en la cama para que yo pudiera apoyarme en sus hombros. Aparecieron Anabel y Sonia preparadas para lo que pudiera pasar. Tu hermana venía con ellas, vestida con un tutú y con una linterna o un espejo. Se colocaron para poder verte bien. Ahora sí que había llegado el momento de la verdad.

Sentía que venías con fuerza y que venías YA, y se lo dije. No podía ni enderezarme y las piernas me empezaron a temblar. Me dijeron que no teníamos prisa y que saldrías en 3 contracciones: primero coronar, luego asomar y por último saldría el cuerpo. Pero yo sabía que no, que en la siguiente salías, lo sentía. Y vino la contracción, era intensa, no como la anterior, pero en lugar de aflojarse y parar siguió subiendo y subiendo y subiendo de intensidad, y mis piernas flaqueaban. Sonia y Paca me sujetaron cada una de una pierna para que no acabara en el suelo. Y allí saliste, bueno, tu cabeza. Oí a tu hermana decir “¡pero qué hermoso es!” “ánimo mamá que tu puedes” y yo trataba de recuperarme para la siguiente. No se hizo de rogar. Y sin el más mínimo esfuerzo salió el resto de tu cuerpo. Te recogieron y como pude te abracé y nos arrastramos encima de la cama. 

“Mis gafas” decía “quiero verle”. Te puse sobre mi tripa y miré como reptabas para coger tu teti. Todos desaparecieron y nos quedamos solitos tú, yo, Titi y papá. Tú, enganchado en una teti me mirabas y tu hermana se enganchó en la otra. Os mirasteis y os cogisteis de la mano. Me puse a llorar de emoción. Estaba en éxtasis. Jamás podría haber imaginado algo más maravilloso. Un momento perfecto.


Me sentía gigante, fuerte, satisfecha… plena.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Al rato vinieron las chicas. Anabel comprobó que todo estuviera bien y Paca me trajo un zumito que me supo a gloria. Cortamos el cordón y salió la placenta. Todo había ido bien (ya me lo decía yo). Todo había sido como nosotros queríamos que fuese. Eran las 8 de la tarde cuando se marcharon. Y nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.

Los días que siguieron fueron como estar en una nube. Me sentía flotando, capaz de todo, me sentía empoderada y vital, hasta con ganas de repetir. Para mí todo esto eran sensaciones nuevas. Nunca he sido muy espiritual, pero me sentía como en comunión con el universo, en paz conmigo misma, como si hubiera encontrado un vínculo perdido hace tiempo. Había parido.

Los motivos que nos llevaron a querer que nacieras en casa son muchos. El principal fue que nacieras en amor y respeto, entre los que te queremos, que no volvieran a robarnos nuestro parto.

Te quiere tu madre.



Recuerda que puedes seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, talleres, sorteos, novedades y ofertas.

martes, 7 de abril de 2015

La función del acompañante en el parto

Partiendo de la base de que el parto forma parte de la sexualidad de la mujer y que se trata de un proceso fisiológico, el parto debería ser vivido con naturalidad y sin miedo, por parte tanto de la mujer como de todas y cada una de las personas que la acompañan en ese precioso momento.

Para que el parto se desarrolle con normalidad la mujer necesita sentirse segura, cómoda, en un ambiente tranquilo, sin sentirse observada por miradas ajenas, y con la confianza de que quien esté a su lado la acompañará, sin interferir, apoyándola y con respeto. Si permitimos que el parto se desarrolle con normalidad, sin prisas, sin intervenciones innecesarias y en un ambiente acogedor, el parto como cualquier proceso fisiológico, sucederá sin ningún contratiempo.

Por todo esto es tanto importante que el profesional que atienda el parto respete el proceso de parto sin intervenir si no es necesario, como que el acompañante ofrezca un acompañamiento real a la mujer.


En todo momento hablo de acompañante y no del padre por varios motivos. Primero, porque no tiene por qué haber padre, según las circunstancias familiares o los diferentes  modelos familiares. Segundo, porque quien decide quien la acompaña en el parto es la mujer que va a dar a luz, según la persona con la que ella se sienta más cómoda y crea que le puede ofrecer un acompañamiento consciente, desde el conocimiento y libre de miedos y prejuicios. Y tercero, porque el padre por diferentes motivos no siempre quiere asistir al parto, pero no suele reconocerlo por miedo a que le tachen de no implicarse en el nacimiento y crianza de su hijo, aunque no tenga nada que ver con eso.

Aunque soy consciente de que resulta un tema controvertido tengo que decir que el padre o la pareja no siempre es capaz de ofrecer ese acompañamiento, por mucha buena voluntad, amor hacia ella, o creerse con derecho sólo por ser el padre. Y el gran problema, si se quiere dar a luz en un hospital, es que la gran mayoría sólo permite un acompañante. Ante esta situación, es la mujer quien se encuentra en la encrucijada de elegir entre su pareja o tal vez otra persona con la que sabe que tendrá el apoyo y acompañamiento que necesita.

Michel Odent, un reconocido obstetra francés, ha observado que la presencia del padre en el parto puede producir más dolor en la mujer o alargar el parto, debido a la adrenalina de este. Y es que se sabe que la adrenalina se trasmite. Con esto no digo que el padre o la pareja deba quedarse fuera.  Cada uno de nosotros conociéndonos, deberíamos ser sinceros con nosotros mismos y reconocer cómo nos sentimos y si somos capaces o no de ofrecer ese acompañamiento seguro y libre de miedos. Si no nos vemos capaces siempre podemos trabajarlo junto a nuestra pareja durante el embarazo.


¿Qué puede hacer el acompañante para ofrecer a la mujer lo que necesita durante el trabajo de parto?

- Conocer el proceso fisiológico del parto, de cada una de sus etapas, sabiendo lo que es normal para permanecer sereno. En caso contrario corremos el riesgo de ponernos nerviosos o ser invadidos por el miedo, en cuyo caso como comenté antes podemos transmitir adrenalina a la mamá e interferir en el parto sin casi darnos cuenta.

- Respetar y fomentar un ambiente tranquilo, con luz tenue, libre de miradas ajenas y conversaciones.

- Permanecer con tranquilidad y presencia, por si en cualquier momento notamos que necesita algo. Estar pendiente de las necesidades de la mujer que está de parto. Esto implicar estar atento y receptivo.

- Conocer los deseos de la mujer de cómo quiere que sea su parto, respetándolos, sin juzgarla, y ser el encargado de trasmitirlo en caso necesario al personal sanitario.


Cuéntame tu experiencia. ¿Te sentiste segura y apoyada por tu acompañante en tu parto?


Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, además de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.


Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.

lunes, 16 de marzo de 2015

Tu realidad no es mi realidad, y viceversa

A raíz del Informe Doulas*, he visto como algunas mujeres no entienden la necesidad de que exista la figura de la doula, como acompañante. Solemos ver el mundo desde nuestra propia realidad, y no siempre somos conscientes de que las circunstancias de los demás pueden ser muy diferentes  a la nuestra propias.

Más allá del hecho de que hubiese confusión sobre las prácticas que realizan o no las doblas, debido a la cantidad de falsedades que contiene dicho informe, hay mujeres, como digo, que no entienden la necesidad de contratar a alguien desconocido para acompañarlas en el embarazo, el parto o el postparto. Me parece normal y lícito que lo expresen, pero me extraña la manera en que lo hacen, en ocasiones, de forma casi acusadora.


Que tú como mujer tengas buena relación con tu madre, tengas confianza y te sientas segura para que te acompañe en este proceso me parece maravilloso. Y cuando digo madre, digo amiga, pareja o cualquier otra persona cercana que te de ese apoyo. Pero no todas las mujeres tenemos a la familia cerca, no todas tenemos buena relación con nuestra madre, no todas comulgamos con la idea de parto o crianza que tienen nuestra amigas, no todas encontramos personal sanitario respetuoso en el momento que estamos viviendo, no todas recibimos apoyo por parte de nuestra pareja (no porque no quiera, sino porque no sabe o no entiende por lo que estamos pasando) e incluso no todas tenemos pareja.

De hecho, hay también mujeres que a pesar de dejarnos acompañar por nuestra pareja, madre, hermana o amiga, lo hacemos desde una situación de dejarnos hacer. Porque es lo que hemos hecho siempre, porque no somos capaces de aceptar lo que traemos en nuestra pesada mochila.  Y aun no sintiendo que las cosas son como deberían ser, nos dejamos hacer porque tenemos miedo, porque no nos sentimos suficientemente válidas y no confiamos en nosotras mismas. Creemos que si no lo hacemos así estaremos defraudando o haciendo daño a alguien… Cuando a quien no estamos escuchando, valorando y cuidando es a nosotras mismas. Y es la decisión que tomamos, igualmente en nuestras circunstancias personales.

Tu realidad no es mi realidad, mi realidad no es tu realidad, es así de sencillo. Dejemos de juzgar lo que hacemos o dejamos de hacer, porque hay motivos y decisiones distintos como circunstancias distintas en la que nos encontramos cada una de nosotras. Esto es extensible no sólo al embarazo o al parto, sino a la crianza y a la vida en general. Mis circunstancias y necesidades no son las tuyas, y por tanto tomo mis propias decisiones, como tu tomas las tuyas.  Es como si alguien no entendiese que necesito un psicólogo, y decidiese contratar a esta persona, que efectivamente no me conoce de nada y puede tratarme objetiva y profesionalmente; en vez de dejarme aconsejar por mi madre o mi pareja, o incluso que estos se sintiesen ofendidos porque quiero que sea un profesional que se ha formado para ello el que me oriente.

Las mujeres somos libres de tomar las decisiones que mejor consideramos para nosotras. Yo como mujer tengo todo el derecho a decidir, quien quiero que me acompañe en mi embarazo, mi parto, mi postparto, mi lactancia… Ahí incluyo el decidir cambiarme de centro para que me atiendan los profesionales que considero más capacitados, e incluso decidir dar a luz en mi propia casa con los profesionales que considere oportunos. Y soy yo quien decide, con la información en la mano, y en mis circunstancias personales, si deseo pagar o no a alguien para que me asesore o me acompañe en estos momentos, sea una doula, una asesora continuum, una asesora de lactancia, una matrona, etc. 

Porque soy dueña de mi vida, de mi sexualidad y de mi cuerpo.




Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, además de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.


Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.

lunes, 2 de marzo de 2015

No necesito un epi-no para parir

Hace unas semanas, en el grupo de yoga para embarazadas al que asisto, una mamá nos contaba que estaba utilizando un epi-no para ejercitar su suelo pélvico de cara al parto. Y nos relataba cómo al ir a sacárselo ese día se había hecho un pequeño desgarro, que no tuvo mayores consecuencias. Sin embargo, esta mamá seguía preocupada por seguir usando el epi-no y llegar a los 10 cm de dilatación del epi-no.

  
¿Qué es el epi-no? Se trata de un balón de silicona que se introduce en parte en la vagina y que es hinchado por la mujer con una perilla manual, y se vende como un dispositivo para ejercitar la musculatura del suelo pélvico y la preparación para al parto.

  
Este aparatito, nada barato por cierto, me parece un chisme más de esos que nos meten por los ojos a las embarazadas, haciéndonos creer que lo necesitamos. No voy a entrar en todos esos objetos, grandes y pequeños, que creemos necesitar durante el embarazo o para cuando nazca nuestro bebé, y que en su mayoría resultan prescindibles. Sólo obedecen al torbellino consumista en torno a la maternidad y la crianza, y que en la mayoría de los casos van encaminados a distanciarnos de nuestro bebé y de nuestro instinto.

En el caso que nos compete, el epi-no me parece totalmente prescindible. Porque el mensaje que se le manda a la mujer es que no es capaz de parir sin este aparatito. Y para ello se valen del miedo a la episiotomía (intervención desaconsejada por la OMS). Pero la episiotomía la decide hacer o no el profesional que nos atienden en el parto. Depende más de quien nos atienda y el porcentaje de episiotomías que se realizan en el centro que hemos elegido para dar a luz.

Si a la mujer se nos deja deambular y adoptar la postura que nos resulte más cómoda, no obligándonos a estar en una postura de litotomía, sin prisas, respetando el ritmo del bebé y de la mamá, todo fluye de manera natural, y ni es necesaria la episiotomía ni tenemos siquiera por qué sufrir un desgarro

El proceso de dilatación y del descenso del bebé es gradual y nuestro cuerpo se va adaptando a los cambios. Es importante estar informadas del desarrollo del parto fisiológico. Estamos diseñadas y preparadas para parir y nuestros hijos para nacer. Esto es lo que tenemos que trabajar durante el embarazo, el sabernos capaces.

Aquí puedes leer un resumen de los estudios que se han hecho sobre el epi-no.


¿Has utilizado el epi-no? ¿Cuál ha sido tu experiencia?


Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, además de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.

Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.

martes, 11 de noviembre de 2014

Sanar heridas

El mundo emocional es muy amplio y por desgracia no suele estar muy bien cuidado, de hecho en ocasiones ni siquiera lo reconocemos. Cada vez que somos madres, tras el parto, se abre ante nosotras nuestro mundo emocional, junto con nuestros duelos y temas pendientes. Algunas mujeres permitimos que todo salga, a otras se nos cuela sin poder evitarlo y otras preferimos cerrar la puerta y seguir sin querer saber – reconocer. Es por eso que en ocasiones algunas mujeres llegamos del parto desconcertadas por todo lo que sentimos y lo que nos llega del pasado.


Del mismo modo que nos abrimos para dar a luz, nos abrimos a la maternidad y nos abrimos al mundo de los sentidos y las emociones. Es sin duda un momento importante y que podemos aprovechar para sanar heridas y cerrar etapas, lo cual no quiere decir que sea siempre fácil. Muchas veces con lo que nos encontramos no es de nuestro agrado.

Y al mismo tiempo que nos reencontramos con partes olvidadas o relegadas de nuestra vida, nos encontramos con nuestro bebé en brazos demandando lo que le corresponde. Teniendo además que lidiar con unas expectativas enfrentadas con la realidad, en cuanto a nuestro parto, nuestra lactancia, nuestro bebé, nosotras como madres, el apoyo de nuestra pareja y el entorno, y cada etapa en la crianza de nuestros hijos.

Las cosas no son siempre como imaginamos o deseamos, no podemos controlarlo todo. Así muchas mujeres quedamos heridas por un parto no respetado, una cesárea inesperada, una lactancia frustrada, una patología de nuestro bebé, una pareja distante, una depresión postparto, la imposibilidad de estar más tiempo con nuestro bebé por los motivos que sean, y así podría continuar. Y cada una de nosotras tratamos de superarlo como buenamente podemos y sabemos. A veces sanando una herida tratando de compensarlo con otro tipo de relación con nuestro bebé, otras veces hablándolo y pidiendo ayuda, y otras negándolo y rechazando a quienes han disfrutado de lo que nosotras no pudimos. Creo que no hace falta decir cuál de estas actitudes resulta más dañina tanto para nosotras, como para nuestro bebé y las personas que nos rodean.

Una herida ocultada no es una herida sanada. 
Una emoción retenida, frustrada o negada, es asegurarse una futura y dañina explosión, en el momento más inesperado e inoportuno.

Mi recomendación siempre es buscar ayuda y por supuesto no negarnos a nosotras mismas. Puede ser un psicólogo, una doula, una asesora continuum o simplemente asistir a un grupo de apoyo, donde podamos expresarnos con libertad y compartir experiencias con otras mujeres en situaciones parecidas, o no, a la nuestra.

El trabajo de crecimiento personal y sanación de nuestras heridas es un proceso largo, no es sencillo, pero si deseable para nuestra salud. Como asesora en maternidad y crianza no podría asesorar a otras mujeres sin antes sanar mis heridas, especialmente las acontecidas durante mi maternidad. No podría asesorar, por ejemplo, a otra mujer para el momento de su parto, si yo no he superado el mío.

El mundo emocional es fundamental para nuestro bienestar. Del mismo modo que cuidamos el de nuestros hijos debemos cuidar el nuestro. Es la mejor forma de dar ejemplo. Y recuerda que lo que no permitas salir ahora, saldrás antes o después, y puede que no lo haga en el mejor momento.


¿Te viste asaltada en el postparto por temas pendientes?


Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, y también de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.

Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Reclama tus derechos

En cualquier ámbito de la vida soy yo quien, respetándome a mi misma, velo porque los demás también me respeten. Nadie tiene derecho a faltarme al respeto, a violentar mi espacio vital, a negar mis necesidades, a decidir por mí, o a hacer con mi cuerpo nada que yo no quiera. Soy responsable de mi vida y nadie tiene por qué tomar las riendas por mi, a menos que yo lo haya decidido así y sabiendo las consecuencias. Extrapolando esto al ámbito de la maternidad, y más concretamente en el ámbito sanitario, parece que se nos olvida quien es la persona que decide en última instancia. Todavía hay quien se cree que está por encima de la mujer o del bebé.


De ahí el título de este post. Cuando mis derechos son vulnerados tengo el derecho y el deber de reclamar. Cuando tus derechos o los derechos de tus hijos son vulnerados, tienes derecho a reclamar.

Por eso insisto, hay que informarse. La información nos hace libres y nos da poder. La libertad y el poder de decidir. Por desgracia, existen profesionales (no todos ni mucho menos) que por haberlo hecho siempre de una determinada manera, por no actualizarse o estar al tanto de los últimos estudios, por miedo, porque es lo que les han enseñado a hacer, o simplemente por ser unos prepotentes en vez de mostrar humildad ante momentos naturales, maravillosos e increíbles como son el embarazo, el parto, la lactancia o la necesidad de sostén de un recién nacido, nunca se permiten hacerlo diferente y por tanto tampoco nunca tienen la oportunidad de ver el resultado. Tú estás preparada para gestar a tu bebé, para parir, para amamantar y para cuidar de tu pequeño y darle todo lo que necesita. Y tu bebé está preparado para nacer y para demandar lo único que necesita, estar cerca de ti, donde tiene calor, alimento y contención.


Tú decides con la información en la mano:

- Las pruebas durante el embarazo no son obligatorias. No se trata de que dejes de lado todas las pruebas, sino conocer su función y saber si son necesarias, si hay otras opciones más respetuosas o menos invasivas, o son prescindibles en tu caso particular. Se trata en última instancia de saber qué prueba te estas realizado y cual es su finalidad. No somos una historia clínica, somos personas.

- Tú decides como parir. Incluso en un embarazo considerado de riesgo la última palabra la tienes tú, por supuesto siempre con la información en la mano.

- Tú y tu hijo tenéis derecho a permanecer juntos desde el momento del nacimiento, a no ser por una urgencia grave tuya o de tu pequeño. Que un bebé nazca prematuro no quiere decir que tenga que ser separado de su madre. Si un bebé a término necesita a su madre, para un bebé prematuro es primordial el contacto materno, es su hábitat y es donde es capaz de regular sus constantes vitales.

- Tú y tu hijo sois quienes decidís hasta cuando dura vuestra lactancia.

- Tu hijo es quien sabe lo que necesita, no el pediatra, tu vecina o vuestro familiar más cercano (por mucha buena voluntad que tenga). Es él quien decide cuándo y cuanto comer, antes y después de iniciarse en la alimentación complementaria, por poner un ejemplo.

- Tú y tu pareja sois quienes decidís cómo criáis a vuestros hijos. Cada familia encuentra su manera, que no es peor ni mejor que la de otras familias, sino simplemente la suya.


Quiero añadir que si, por desgracia, ha habido violencia obstétrica, no se han respetado tus decisiones, no se te ha informado correctamente o cualquier otro motivo que vulnere tus derechos o el de tus hijos, reclama. Es la manera de dejar constancia de lo sucedido y hacerles ver cómo son las cosas, para que eso no vuelva a suceder. No sería la primera vez que abren un expediente disciplinario. No se trata de estar en contra de los sanitarios, sino reclamar cuando es necesario. Por suerte las cosas van cambiado, y existen grandes profesionales.


¿Has sentido en alguna ocasión que tus derechos o los de tu hijo no han sido respetados?


Si necesitas informarte acerca de cualquier tema relacionado con tu embarazo, tu parto, la manera más fácil de atender las demandas de tu bebé, si te surgen dudas en torno a vuestra lactancia o cualquier otro tema relacionado con la crianza de tu hijo, no dudes en contactar conmigo en info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.
  
Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, y también de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El parto en casa de Mónica y su bebé

Hoy es Mónica quien va a contar su historia. Le agradezco tanto el hecho de compartirla con todos nosotros, como el que también haya querido compartir y cederme unas preciosas e ilustrativas imágenes. 

El primer parto hospitalario de Mónica no fue el que ella hubiese deseado. Por eso, durante el embarazo de su segundo hijo, buscó otra manera de vivir su parto y junto con su marido decidió dar a luz en casa.

Desde aquí quiero felicitarles por esa intensa y maravillosa experiencia. 


Desde que nació Rocío tenía claro que si tenía otro bebe quería tener la experiencia de un parto en casa. Con mi hija busqué opciones alternativas pero parece que necesitamos del hospital para que todo vaya bien, y el miedo a que no podamos hacerlo solas nos lo inculcan por todas partes. Le conté a pocas personas que había decidido dar a luz en mi casa, y fue una experiencia maravillosa.



Jose, mi marido, no compartía esta opción por el miedo a que algo fallara, pero después de haber vivido el momento tiene claro que ha sido la mejor decisión y siempre me apoyó.

El día antes del parto sobre las 4 de la mañana me encontraba ya sola en casa con Rocío. Mi marido se va de madrugada a trabajar. Estando acostada de lado, de repente empecé a sentir como me corría un líquido por las piernas, no podía retenerlo, y era gran cantidad, parecía que no terminaría de caer. Intenté incorporarme para ver qué estaba pasando y la pérdida era mucho mayor, por lo que me asusté, había roto la bolsa…

Llamé a Jose, que rápido volvió a casa, y al equipo que me iba a atender en el parto, y me tranquilizaron, podíamos esperar unas 24 h hasta pensar en acudir al hospital. Creía que si rompías la bolsa y no te ponías de parto el procedimiento era la inducción. En la mayoría de los hospitales así es como funciona, así que me alegré de no perder los nervios y esperar como me dijeron. La bolsa nunca se queda seca. Intenté no hacer muchos esfuerzos durante el día y beber muchos líquidos mientras preparaba a Rocío para el acontecimiento, ya que estaría presente. Ella, de 3 añitos y medio, sabía que iba a pasar y qué debía hacer. Llevábamos días leyendo el cuento “HOLA BEBE” y estaba feliz de que llegara el momento y verle la carita, no dejó de besarme la tripa en todo el día y hasta se puso el bikini para poder meterse conmigo en la piscina…

Cuando amaneció si tuve miedo porque no le sentía, me tocaba buscándole y no reaccionaba, me asusté y culpé si algo le pasaba por no querer ir al hospital, pero seguí esperando… Anabel, Aytami y Paca estuvieron pendientes de mí en todo momento y disponibles para cualquier cosa. Tengo que agradecer a ANCARA S.L.U todo lo que ese momento significó para mi y mi familia.

A las 11, de la noche después de acostar a Rocío, empezaron las contracciones. Mi cuerpo, una vez que ya no estaba pendiente de sus necesidades decidió concentrarse en la preparación al parto. Al principio parecían insignificantes, pero en pocos minutos pasaron a ser más intensas y seguidas. En menos de media hora, de tener contracciones cada 15 minutos pasaron a ser cada 2, no tenía tiempo para recuperarme de una cuando ya comenzaba la intensidad de la siguiente.


Jose se hizo cargo de llenar la piscina de partos y llamar a la comadrona para que se organizaran ellas y vinieran a mi casa. Ya había llegado el momento.
Antes de que se llenara la piscina me ayudó a entrar, eran tan intensas que no podía moverme y ya prefería estar dentro para poder sentir algo de alivio. Me encontraba cómoda en posición cuadrúpeda, con la tripa hacia delante dentro del agua. Pero no fue del todo así, eran demasiado seguidas e intensas para poder relajarme, hablar…hasta me costaba encontrar el ritmo de respiración, no tenía descanso. Jose me las iba controlando… Al poco tiempo aparecieron ellas y se mantuvieron atentas pero respetando mi ritmo, nuestra intimidad… Entre varias contracciones tuve la sensación de que perdía el conocimiento, me mareaba por no respirar bien. Fue Paca quien en toda ocasión me hacía encontrar la serenidad, abrazada a mí, respiraba en mi oído para que yo la siguiera, me cogía de la mano cuando necesitaba ese apoyo, esa fuerza, me transmitía esa tranquilidad que parecía que perdía a causa del dolor… Pero fuimos mi marido y yo quienes disfrutamos y vivimos con gran intensidad todo el proceso. El me ponía música, me acariciaba, masajeaba, o simplemente me abrazaba diciéndome al oído que ya quedaba poco, que podía hacerlo. Compartirlo con él significó mucho para mí, para nosotros.
El dolor era tan intenso que sentía que me quedaba sin fuerzas, pero pensaba en que mi bebe necesitaba de mi ayuda para poder nacer. Le sentía desde el primer momento empujar, sentía como iba descendiendo por el canal del parto, como se abría camino y cuando estaba a punto de asomar su cabecita. Jose decidió verlo desde detrás ya que me sentía cómoda en la posición inicial. Paca continuó a mi lado, no me di cuenta de que ya no estaba él, estaba concentrada en mí, en mi bebe…

Ellas hasta el final no intervinieron, dejaron que mi marido y yo estuviéramos solos. Pasaban a ver como avanzaba todo hasta que era necesaria su intervención. Respetaron ese momento y nosotros estuvimos cómodos y nos sentimos respetados siempre.


Ya empezó a asomar su cabecita… Aitor ya estaba aquí. Fue cuando quería que todo fuera rápido porque creía que me rompía en dos, quería que su cabecita saliera. Fue todo demasiado intenso y necesitaba ver que estaba bien. Mi marido le sostuvo la cabecita mientras seguían las contracciones. ¡Ya está aquí!, me decía, ¡Le tengo! Y sentí que ya quedaba poco, que aunque fueran muy seguidas e intensas todo estaba bien, pronto podría cogerle y así fue. En dos contracciones más salieron sus hombros y todo su cuerpecito.


Que alegría sentí, que sentimiento tan especial el verle la carita por primera vez, en la tranquilidad de mi casa y sin presiones. Todo fue al ritmo que él necesitaba y me pedía.

Después de abrazarle y tenerle envuelto en una toalla, pegadito a mí, me ayudaron a salir y nos fuimos a otra habitación donde contracciones después alumbré la placenta. Dejaron que el cordón dejara de latir y Jose lo cortó con mano temblorosa, mientras mi bebe intentaba llegar al pecho para empezar a mamar. Nos miramos y sentí el mayor amor que se puede sentir. ¡Ya estás aquí mi niño! Hola mi niño, hola, mi amor…le repetía una y otra vez. Empezó a mamar muy rápido y tuvimos nuestro tiempo, un tiempo no marcado por nadie, disfrutando mi marido y yo de esta nueva vida que habíamos creado, ya estaba aquí. Rocío no se enteró de nada y al día siguiente cuando se despertó, le escuchó llorar. ¿Qué es eso? me dijo, y la pasé al otro lado de la cama donde se encontró a su hermanito. No puedo explicar la expresión de su cara, no dejaba de tocarle y besarle.


Ha sido la mayor experiencia que hemos vivido. Tanto mi marido, como mi niña y yo la disfrutamos. Mucha gente me dice que estoy loca, pero estoy segura de que siendo el dolor más intenso que una mujer pueda tener, el poder tenerle en brazos, estar en mi casa, ser libre en movimientos, estar tranquila, tomar mis decisiones, tener esa gran intimidad, me hacía sentir mas segura, cómoda y relajada… Estaba segura de que podría hacerlo y así fue… Quería sentir todas las sensaciones y acompañarle a nuestro ritmo, único, sin que nadie nos presionara. Ha sido la mayor experiencia de mi vida, y cada vez que voy a su habitación siento que ahí fue donde comenzó todo, tres horas intensas que disfrutamos entre esas cuatro paredes.
 






Gracias de corazón Mónica.

Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, además de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas. 

Si tienes alguna duda puedes escribirme a info@soniandoduendes.com. Si lo que necesitas es una asesoría, ya sea online o a domicilio puedes ponerte en contacto conmigo en el ese mismo mail.