Ya estamos de vuelta. Aunque al papá de la pitufa todavía le quedan unos días de vacaciones y estamos aprovechando, así que no paramos mucho. Pero voy a hacer un paréntesis, que me apetece contaros algunas de mis divagaciones de estos y de anteriores días.
Hemos estado primero en mi pueblo y luego en el de mi compañero de ruta. Han sido unos días bastantes familiares y tranquilos. En este último un poco agobiada con todo el mundo encima de la nena. Y es que precisamente, antes de marcharnos, había dejado escritas unas ideas para un post que me vienen como anillo al dedo después de estos días.
Quiero hablaros de la invasión del espacio personal, concretamente la invasión a la que sometemos, sin ser conscientes (o eso quiero pensar), a l@s más pequeñ@s.
Del espacio emocional, ya ni que deciros. Todas sabéis la intromisión que sufrimos, desde nuestro familiar más cercano, pasando por la vecina del quinto, hasta el repartidor que nos cruzamos en la calle. Todos se creen con derecho a opinar sobre la crianza de nuestr@s hij@s. Pero hoy quiero hablaros de otra invasión.
Nuestro espacio personal comprende nuestro cuerpo y una zona alrededor muy próxima, que varía de una persona a otra. En ese espacio sólo permitimos que entren las personas más cercanas a nosotros. Si alguien invade este espacio seguramente nos sentiremos nerviosos, violentos, enfadados o temerosos. Nosotros al menos, como adultos, podemos defendernos, ya sea verbalmente o cambiando de lugar. ¿Qué sienten l@s más pequeñ@s cuando un desconocido se le acerca y no sólo le dirige la palabra, algunas veces amable, pero otras simplemente para meterse donde no le llaman, sino que sin ningún reparo y ni ningún respeto le manosea?
Antes de relataros algunos ejemplos quiero contaros algo que me sucedió a mí misma, y que viene al caso. En el último trabajo en el que estuve tenía una compañera muy extrovertida y muy “loca” (en el buen sentido de la palabra). Para mí el problema era que se tomaba unas confianzas que yo en ningún momento le había dado, pero es que desde el primer día. Lo hacía con todo el mundo. Digamos que era muy sobona. Me ponía muy nerviosa, de hecho es que no me encontraba a gusto con ella. Y a mí que me cuesta mucho decir las cosas (sobre todo cuando no tengo esa confianza), llegó un momento en que me planté, o le digo algo o me da algo. No hizo falta porque ella misma se dio cuenta, por mi cara, de que no me gustaba. De hecho, por lo que me dijo, yo no era la primera persona con la que le pasaba. A partir de ahí, estupendamente.
Yo pude hablar con esta persona, dándole a entender mi incomodidad. Y ella lo aceptó, porque se dio cuenta de su intromisión. Los adultos, normalmente, nos respetamos unos a otros. Con l@s niñ@s es diferente, les ordenamos y hacemos con ell@s lo que nos place, sin posibilidad de réplica por su parte, porque nosotros sabemos y ell@s no. Y esto ocurre, entre otras cosas, porque en ningún momento nos ponemos en su lugar. La empatía, esa palabra tan de moda, parece que nos valga para nosotros pero no para esos seres diminutos a los que hay que enseñarles todo. Tienen que compartir, ser cariñosos, amables y sociables, entre otras cosas Y si les estamos pasando de mano en mano o dejando que alguien se meta en su espacio, y ell@s no quieren y nos lo dan a entender como buenamente pueden, parece que son unos insociables, están demasiado enmadrados (como si eso fuera malo), o incluso son unos maleducados.
Ahora os contaré algunos ejemplos de lo que yo considero violación del espacio personal:
Estamos Minerva y yo en el centro de salud, esperando a que nos toque el turno en ventanilla. Por esa época la nena tendría unos siete meses. Una pareja de unos 65 años pasa cerca de nosotras en dirección a la salida. Entonces el hombre, que ve a la nena, a la que llevo delante de mí en el fular, cambia de rumbo, posa su mano sobre la cabecita de Minerva y comienza a decir “¡cómo me gustan los niños!”. Yo sólo atino a dar un paso atrás. Mientras, su mujer le apremia. Pero él ni corto ni perezoso vuelve a repetir la operación. A mi se me queda cara de póquer, giro sobre mi unos cuarenta y cinco grados, y parece que el hombre reacciona, más por la llamada de su mujer que por otra cosa, y nos deja tranquilas.
Hace poco, en la renfe, iba sentada con Minerva sobre mí y se sentó un señor a nuestro lado. Yo ya lo veía venir, es que las personas somos así. Le dijo alguna monería, a lo que la pitufa sonrió. Pero acto seguido le dio tres golpecitos en el brazo, jugando, tengo claro que su intención era buena, pero aún así no deja de molestarme. Minerva se acurrucó en mi pecho. Y otra vez los golpecitos. Y yo que me pongo nerviosa. Menos mal que ya llegaba nuestra parada.
Y para el último ejemplo os voy a transcribir, son su permiso, lo que no hace mucho leí en el blog de La mama de una bruja. No salgo de mi asombro. “Un día de este verano en la piscina viene una vieja la agarra de un pezoncillo y suelta "parece que tiene pechitos!!", os juro que me dieron ganas de meterle la cabeza bajo el agua... os imagináis que viene cualquier desconocido y os hace eso a vosotras mismas??”
Exacto. ¿Os imagináis que nos hacen eso a nosotros? Nos quedaríamos a cuadros, eso lo primero, porque luego podríamos reaccionar de múltiples formas. Pero es que a nadie en su sano juicio se le ocurre semejante confianza con un desconocido.
Como son niñ@s y los niñ@s están obligad@s a acatar sin rechistar… Como son tan mon@s... A ver, a Minerva le encanta que le digan cosas, sea quien sea, pero si se le acerca alguien que no conoce lo primero que hace es acurrucarse en mi pecho y luego ya veremos.
A lo mejor soy yo la rara y la gente lo ve normal.
Estos días, con la familia y los amigos, hemos vivido situaciones de este tipo. Algunos eran la primera vez que veían a la nena y otros al no vernos muy a menudo para Minerva eran casi desconocidos, por no decir totalmente. Vivimos algunos momentos un poco agobiantes, todo el mundo encima de la nena y todos deseando cogerla. No todos tuvieron la suerte, pues a Minerva, como dije antes, le encanta que le digan cosas y sonríe a diestro y siniestro, pero que se le acerque demasiado o quiera cogerla alguien que no conoce ya no le hace nada de gracia. Y como ya habréis adivinado, si ella no quiere nosotros no tenemos ninguna intención de obligarla. Tengo la sensación de que a veces he podido resultar para algunas de estas personas algo acaparadora, pues estando Minerva en mis brazos, ante la frase (que tanto hemos oído estos días): “¿Te vienes conmigo?”, si no veía claramente que la nena quería irse con esa persona no hacía ningún amago por “pasar” a mi hija a otras manos.
También hemos oído mucho por parte de sus abuelos, la frase “uy, si es una niña que no extraña”, en respuesta a la anterior pregunta. ¿A no? Como si el hecho de que extrañase a desconocidos fuese malo. Como madre prefiero que mi hija, creo que es lo que querría todo padre, no se vaya con desconocidos. Y el que nosotros conozcamos a esas personas no disminuye el hecho de que para ella sean unos completos desconocidos.
Si alguien se cree con derecho a invadir nuestro espacio nosotros estamos en nuestro derecho a pararle los pies, y además de esa forma enseñamos a nuestr@s hij@s a hacerlo, a saber que pueden y deben frenar lo que no les hace sentir bien. Porque es una intromisión y una falta de respeto, aunque se haga con la mejor intención. Todos tenemos derecho a limitar nuestro espacio.
¿Pero es que no nos damos cuenta? Aunque sean pequeñ@s también tienen un espacio personal inviolable. ¿Acaso no nos percatamos de que se asustan, les da vergüenza, incluso retiran la mano que les está invadiendo? Se que normalmente lo hacemos cariñosamente. Pero deberíamos plantearnos si no les estaremos molestando.
Y de dar besos ya ni hablo. No tenemos ninguna intención de obligar a Minerva a dar besos, ya sea su abuela, su tía o una amiguita. ¿Por qué tenemos que obligarles a hacer algo con lo que no se siente bien y además para nada depende su vida de ello?
Para terminar os invito a pasaros por este post de Valentina, en su blog Crecer juntos con Arte. Trata un tema que no quisiéramos que entrase en nuestros hogares, pero del que es fundamental hablar para poder prevenir, el abuso sexual infantil. Y uno de los consejos que da es no obligar a los niños a dar besos si no quieren.
Totalmente de acuerdo contigo!!! La gente cree que los niños le pertenecen y que tienen que estar dispuestos a sonreír y hacer monerías a todo el mundo. Pues no!! Mi hija es igual que Minerva: le sonríe a todo el mundo pero no le gusta que la cargue nadie más que la gente que conoce y en la que confía. Lo siento mucho por los demás, pero así es y pienso respetárselo. Me paso por el post que recomiendas!! Un abrazo y paciencia.
ResponderEliminarCarol, no podría estar más de acuerdo. Mi hijo ahora está en fase de "déjame" y se lo dice así de alto y claro a todas las señoras que se le acercan a decir algo... yo lo respeto y nunca le insisto en que les diga nada. Ni que decir con lo de los besos, ni de coña se los pido para que se los dé a nadie que él no conoce mucho. Incluso con los muy cercanos si se lo digo una vez y dice que no, les decimos... ¡otro día será! Muy clara tu entrada, me ha encantado. Besos.
ResponderEliminarCarol, Bienvenida de las vacaciones!
ResponderEliminarPor aquí otra rara! A mí me incomoda mucho que me invadan el espacio personal, que se me pongan encima, que me sobeteen. Y más cuando
el otro pasa del lenguaje corporal y sigue aproximándose aunque me aparte y al final tengo que decirlo. Para mi es muy violento ;-(
Una de las razones por las que más me gusta portear es porque habitualmente los adultos no nos atrevemos a invadir el espacio de otros adultos y nené queda más protegido.
Aún así en las ocasiones en las que se le han tirado encima con besitos o toquiteos yo he "jugado a locos" y le he hecho lo mismo al adulto... ¡oye, mano de santo! mi portera no se esperaba que le pellizcara la mejilla diciéndole ¡pero que guapa estas hoy! Ya no se ha vuelto a acercar, eso sí, me mira raro ;-D
Abrazos desde la cercanía respetuosa!
Qué buena entrada, con la que estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMi E. cuando empezó a hablar si alguien le daba besos decía "eh! no me chupes!"
sigue igual, pero yo no le obligo a dar besos...aunq las abuelas le hagan hasta chantaje emocional e intentos de soborno.
Me paso ahora por el enlace que has puesto.
Un beso.
te deje premio en mi blog!!
ResponderEliminarCarol, estoy totalmente de acuerdo contigo. Me pone muy nerviosa cuando retan asi a los niños en plan "a ver si consigo que se venga conmigo.. que no me conoce de nada".. y es que igual vas por la calle, esperando a tus pequeños que van unos pasos por detras y pasa una persona y tiene que hacer la gracia, alargando la mano "te vienes conmigo, bonit@?" pero.. como coño se va a ir! Y encima cuando esto pasa con la familia tienes que oir frases como "es que esta muy enmadrad@" brrr me pongo.. en fin, que estoy contigo Carol.. no podemos ceder, que nuestros peques vean que tienen derecho a defender su espacio.
ResponderEliminarBesos y bienvenida!
Carol, entiendo perfectamente y comparto todo lo que dices en tu post. Nosotros también hechos echo un par de viajes familiares este verano y hemos vivido situaciones muy parecidas a las que describes. Nuestra actitud es la de no forzarle a irse con nadie ni dar besos ni nada. Y es curioso, cuando alguien se le acercaba tranquilo, en plan juego, sin presionar, al final era él mismo el que se acercaba a esa persona buscando juego. Sin embargo, si alguien intentaba presionarlo para que se fuera con él, conseguía el efecto contrario y se agarraba a mi cual lapa. Se nos olvida que los niños son también personas pequeñitas y que tienen sentimientos propios, no son juguetes.
ResponderEliminarNo puedo estar mas de acuerdo con vos Carol! Es una invasión que te estén toqueteando... Me molesta muchisimo por ejemplo cuando subimos al ascensor y viene cualquiera y le toca las manitos a mi beba. Es que no saben que los bebes se chupan las manos??? No me entra en la cabeza la idea de que alguien le toque el pezoncito! Creo que lo mato!!!! Hay gente atrevida...
ResponderEliminarYa paso por el link que dejas.
Tenes un premio en mi blog. Beso!!!
Bienvenida de nuevo! Interesante el tema que planteas, mi niño se va con cualquiera, desde que era pequeño, se ríe con cualquiera y habla con cualquiera, no conoce la verguenza. Pero si no fuera así por supuesto que no dejaría que le atosigaran.
ResponderEliminarRecuerdo de niña cómo odiaba:
1. Que las amigas de mi madre me pellizcaran la nariz, soy muy chatita. Lo de Ay, que te has quedado sin nariz me ponía realmente de mal humor.
2. Que los amigos de mi padre me pellizcaran los mofletes. Ay, qué rica...
3. Tener que darle besos a las amigas de mi abuela todas pringosas de crema hidratante!
La gente a veces no controla, como tú bien dices se habla de empatía pero solo para que la tengan con uno mismo...
ResponderEliminarCuando mi mejor amiga tuvo a su bebé prematuro cuando le dieron el alta me decía mil veces que cogiera a la bebota en brazos...
pues había un sexto sentido que me hacía darme cuenta de que su madre iba a estar sufriendo...que era muy chiquitina...y yo siempre le decía: qué va, ya tendré tiempo de cogerla...es mi ahijada, y cocoliso el suyo...
mi amiga cogió en brazos a cocoliso un montón de bebote, también es su ahijado, pero para mí al ser prematura era diferente....porque me ponía en el lugar de su madre y cualquier infección...yo que se, que estás como una leona....y aunque me insistía se que en el fondo me lo agradecía..
Ahora la bebota está hecha una gorda atómica y la cojo la aupo, la achucho y se parte cada vez que me ve aparecer...pero ahora....
Cuánto me alegra que hayas regresado, Carol! :)
ResponderEliminarAdemás nos traes esta entrada tan acertada! Me temo que somos muchas las que regresamos con esta sensación de unas vacaciones en familia. En mi caso no son comparables al día a día en el que dichas intromisiones no se producen a diario y es más sencillo atajar. En estos viajes, al final, se forma una revolución de gente, niños y maneras diferentes de hacer que me resulta más difícil de manejar sin caer irremdiablemente en el "síndrome de la madre rara", especialmente ahora que ya no desea estar mucho rato en el fular.
Nunca me ha gustado ese trato con los niños y aún menos ahora con mi hija. Lo vivo como tú lo describes, son personas como nosotros y no se ocurre tomar en brazos a un bebé, besarle o toquetearle sin mirarle a los ojos, acercarme despacio y observar su actitud hacia mí... Creo que es mucho pedir a los demás. Detesto cuando se trata a mi hija como una muñequita sin voluntad por muy bien intencionadas que sean las acciones... y también intervengo. Un beso gigante Carol, encantada de leerte!
Este es un tema que me pone de los nervios, haré una entrada un día de estos contando nuestra experiencia, que es muy similar a la tuya, mira que me pone mala que la gente sobetee a los bebés!!!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, muy buena entrada!!! Yo también me ufanado mujo cuando invaden su espacio personal, es una niña que le encanta el contacto visual con la gente pero a la que no le gusta nada nada que la toquen. Yo intento que eso se cumpla aunque haya con personas que resulta Muy complicado. Un besazo
ResponderEliminarZary, pues sí, mucha paciencia. Eso es lo principal, respetarles. Besos
ResponderEliminarInma, gracias. Me alegro por tu hijo, que pueda expresar claramente lo que no le gusta. Olé!
Magia, gracias. Para mí también resulta muy violento. Me ha gustado mucho lo de "jugar a locos", ja, ja, ja. Tendré que probar. Un abrazo guapa
Porfinyomisma, gracias. Qué bueno lo de "no me chupes", me ha recordado cuando yo era pequeña y los abueletes te dejan la cara babeada y tu a callar. Por cierto, lo del chantaje me parece fatal. Besos
Carol, gracias. Y se creerán tan graciosos... y para colmo no entienden nuestro enfado. Pero que paciencia tenemos. Un besazo
@Mousikh, eso es lo que me molesta, que se les trate como muñequitos a los que tratar a su antojo. Son personas, pequeñitas, pero personas, que a algunas parece que se les olvida. Besos
Bren. A mi lo de la manita me molestaba un montón sobre todo cuando era más pequeñita. Como tu dices ¿no se dan cuenta de que luego se la llevan a la boquita? Muchas gracias guapa
Mamá de parrulín, yo también recuerdo esas cosas de pequeña... lo que teníamos que aguantar.
Mamá de un bebote, yo creo que tenemos que respetarnos unos a otros, tengamos la edad que tengamos. Seguramente yo hubiera reaccionado como tú.
Cocolina, muchas gracias. Yo con tanta gente termino mareada y quizás esté mucho más pendiente de mi hija, porque es que un barullo de gente a su alrededor todos diciéndola cosas y acercándose, imagínate, terminas loca. Un besazo
Albertina, espero tu entrada. A mi también me pone mala ese sobeteo, no entiendo cómo no se dan cuenta.
María, gracias. Si, por desgracia a veces es un poco complicado, pero todo es plantarse. Besos
De a poco nuestros hijitos van defendiendo solitos si los hemos enseñado a respetarse. Mi hijita lloraba muuuuuuuuucho de bebè cuando alguien la tomaba en brazos, Dios , era cansadooooooo, luego està quien abraza, pellisca, soba...........ufffffffff. Ahora tiene 3 añitos y se deja con quien le apetece nada màs ycuando no les dice: Ya, ya , yaaaaaa, dejame tranquila......... (los "adultos" ponen cara de horror........jaja)
ResponderEliminarFelizzzzzzzzzzzzz regresoooooooooooooo Carol!!!!!!!!!!
Totalmente de acuerdo contigo Carol.
ResponderEliminarNo sé qué manía tiene la gente de tocar a los niños, pero incluso desde que son recién nacidos! Yo lo pensaba el otro día: ¿por qué la gente se empeñará en coger en brazos a un recién nacido que duerme plácidamente en su cuna? ¿Qué nos aporta eso?
A mi hijo también le toquetean algunas personas por la calle, con la mejor de las intenciones, no me cabe duda, pero me enferma que le cojan los mofletes, le pellizquen la naricilla, le acaricien la cabeza constantemente...Así que te entiendo perfectamente
Janeth, ja, ja, es lo bueno, cuando son más grandes ell@s mism@s pueden defenderse. Pero mientras tanto tenemos que estar atentos a sus necesidades. Gracias
ResponderEliminarSilvia, se que la mayoría de las veces se hace con la mejor intención, pero hay que ser más consciente de lo que hacemos y ponernos en su lugar. Besos
No puedo estar más de acuerdo con este post. A mí me pía y me sigue poniendo enferma. La gente es supertocona de los bebés y niños pequeños y no siempre es fácil pararles los pies. Cuando mi hija era muy bebé dejé de entrar en algunos comercios por lo pesadas que se ponían las dependientas y cajeras, una vez una de ellas llegó a ponerle su melena en la carita, aquello colmó el vaso! me gusta tu blog!
ResponderEliminarMaría M.:
ResponderEliminar¿Qué se le puede pasar por la cabeza a alguién para poner su pelo en la carita a un bebé?
Creo que falta, como en muchas cosas referentes a l@s más pequeñ@s, consciencia y empatía.
Gracias. Eres bienvenida cuando quieras.