domingo, 18 de agosto de 2013

No me interrumpas cuando estoy hablando

A nadie le gusta que le interrumpan cuando habla. Y esto tratamos de enseñárselo a los niños, sean nuestros o ajenos, con frases como “ahora mamá y papá están hablando”, “esto son conversaciones de mayores” o “no se interrumpe cuando los mayores están hablando”. Ahora vuelvo a retomar la frase, a nadie le gusta que le interrumpan, pero es que a los niños tampoco.

Claro, sucede que las conversaciones de los niños o lo que ellos tengan que decir, no importa tanto o no es tan serio como las conversaciones que podamos tener los adultos, aunque estemos hablando  del coche tan estupendo que nos hemos comprado, de los últimos cotilleos o de dónde me corto el pelo.

Esa norma social de no interrumpir las conversaciones parece ser sólo válida para los niños. Porque los adultos no sólo interrumpimos sin ningún miramiento las conversaciones de los niños, ya sea entre ellos o con otro adulto (aquí si vale, porque ya hay un niño de por medio),  sino que en ocasiones también interrumpimos las de otros adultos (si nos fijamos en una conversación entre adultos, veremos que todos estamos deseando hablar, que lo de escuchar no se nos da tan bien y que muchas veces no podemos evitar el interrumpir porque lo que tenemos que decir es mucho más importante que lo que tenga que decir el otro), y ya nos puede molestar en este último caso  que seguramente no diremos nada.

Por otro lado, el hecho de distinguir las conversaciones entre  adultos como las únicas merecedoras de respeto dice muy poco a nuestro favor del respeto que nosotros profesamos, porque los niños son personas, no lo olvidemos. Lo que hacemos es excluirles, les marginamos, y por tanto les faltamos al respeto por su edad, como ocurre cuando marginamos a alguien por su sexo, su religión, su procedencia, o su inclinación sexual. El caso es que los niños siempre tienen las de perder, parece que por el hecho de ser niños son menos, y no estoy nada de acuerdo con ese pensamiento que la mayoría de las veces no se expresa abiertamente, pero se  deja entrever en los comentarios que hacemos sobre ellos o cómo les tratamos.


Procuro enseñar a mi hija a entender que a nadie nos gusta que nos interrumpan. Cuando hablo con otra persona y ella se mete en medio…. Un momento, ¿se mete en medio? ¿Diríamos esto mismo si hemos quedado con una amiga, vamos con nuestra pareja y el o ella también quieren participar de las conversación? No es justo para los niños tener que mantenerse a parte en las conversaciones con sus seres queridos o de confianza, es normal y legítimo que ellos también deseen participar y ser uno más, porque realmente lo son. De hecho, si les hacemos partícipes, si también nos dirigimos a ellos, y les integramos en la conversación, sentirán que les respetamos y no les dejamos de lado.

Se que mucha gente no está de acuerdo, creen que los niños tienen que estar ahí y aguantar estoicamente sin rechistar, sin siquiera decir que se aburren. Les planteo entonces un par de situaciones:

1ª. Imaginemos que estamos hablando con una amiga, un vecino, o un conocido y llega nuestra pareja con nuestro hijo, a los que hace  rato que no vemos. Doy por hecho que saludamos a ambos y les dedicamos unas palabras. Pero luego, ¿seguiríamos hablando como si nada con esa otra persona? ¿Veríamos bien que nuestra pareja participe en la conversación o que interrumpa un momento para comentarnos  algo que necesitaba decirnos? ¿Cómo nos tomaríamos que nuestro hijo hiciese esto mismo, interrumpiese para participar o porque necesite contarnos cualquier cosa que para él es importante?

2ª. Imaginemos que estamos con nuestro hijo pequeño paseando y charlando de nuestras cosas por la calle, y nos encontramos con una amiga, una vecina o un conocido. ¿Acaso no sería interrumpir una conversación? Pero puesto que lo que hacemos es incluir a esta persona en nuestra conversación, ¿permitiríamos que ella o nosotros mismos demos por hecho que el que ahora queda fuera de la conversación es nuestro hijo? Pensemos en ambas situaciones, iguales pero desde diferentes perspectivas y reflexionemos si consideramos que alguien se merece menos respeto que otro sólo por la edad que tiene.

A ver, es verdad que nos gusta  y necesitamos hablar con otros adultos, y que nuestros hijos a veces (por no decir la mayoría de las veces) quieren toda nuestra atención y casi no nos dejan hablar con esa otra persona. Incluso cuando mamá y papá están hablando de cosas que a ellos no les importa quieren que les hagamos caso. Pues claro que quieren que les hagamos caso, como todo el mundo. Pero es que además nosotros somos sus padres, las personas que más quieren y necesitan en el mundo, y no podemos comparar nuestro círculo social con el suyo. Por tanto considero más respetuoso y sencillo incluirles en nuestras conversaciones (si hay algo de lo que queramos hablar sin que nos escuchen, hagámoslo cuando no estén delante). Si nos apetece hablar con otro/s adulto/s sin que nuestros hijos demanden nuestra atención constantemente, podemos decirles perfectamente lo que nos gustaría de ellos e intentar distraerles con algún juguete, juego, en el parque, etc, aunque ya os digo que no siempre funciona. Mi hija desde luego eso de esta quieta y callada no va con ella (cosa que entiendo) y desde luego está mejor con mamá que jugando sola. Otra opción es, como os decía, hacerles partícipes de la conversación, normalmente se quedan mucho más tranquilos y no nos demandan tanto, entre otras cosas porque sienten que nos tienen con ellos.


Y vosotros, ¿cómo lleváis estas situaciones?

10 comentarios:

  1. En mi familia paterna tienen esas formas, cuando hablan los mayores los niños no podíamos ni respirar. Antes lo veía normal porque me criaron así, pero ahora de mayor incluso me cuesta hablar con la gente mayor a mi con una especie de miedo irracional. Y cuando veo que le hacen lo mismo a mi niño, con lo que me ha costado que se arrancara a hablar, me hierve la sangre!

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    1. Yo también veía tantas cosas normales, hasta que despertamos y nos quitamos la venda de los ojos.
      Yo no quiero eso para mi hija, y por eso no dejo que nadie la mande callar por ese argumento. Otra cosa es explicarla que cuando alguien habla le dejamos hablar y luego puede hablar ella, y que a todo el mundo nos gusta que nos escuchen.

      Llevamos mucho detrás y a veces cuesta deshacernos de todo ello.

      Un abrazo

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  2. Hace tiempo que le doy vueltas a esto. Y observando me he dado cuenta de lo poco y mal que escuchamos los adultos a otros adultos, no digamos ya a los niños. Así que ni siquiera con nosotros ha funcionado eso de no interrumpir, esta claro que es otra de esas costumbres sociales sobre que decir y enseñar a los niños. Me ha gustado Carolina :-)

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    1. Uy, los adultos en ocasiones tratamos de enseñar lo que nosotros no hacemos y no sabemos.

      Gracias Pilar.

      Un abrazo

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  3. Me ha encantado, Carol. Yo también reflexiono mucho sobre este tema, por lo que decís. Es verdad que a mí también se me ha escapado eso de "espera, que mama y papa están hablando" o "tienes que respetar a mamá cuando habla con los mayores", sin escuchar ni si quiera la primera palabra de lo que me quiere decir... es difícil quitarse el lastre de lo que nos han grabado a fuego durante tantos años...


    Y lo que dices sobre los adultos, yo me incluyo en el bote... a mí me pasa que me gusta tanto hablar y compartir mis experiencias que a veces tengo la sensación de aturullar... que buenas estas reflexiones para poder corregir y mejorarnos a nosotros mismos.

    Un beso para tí y Minerva, y gracias!!

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    1. Creo que a casi todos se nos ha escapado alguna vez, sobre todo cuando no nos permiten articular palabra, porque quieren que les prestemos toda la atención a ellos. No siempre es fácil.

      Deberíamos ser más conscientes de que igual que nos gusta que nos escuchen a los demás también. Lo peor es cuando alguien te viene con un problema y en vez de escucharle y apoyarle, que es lo que necesita, nos dedicamos a contar lo que nos ha pasado a nosotros, siempre nosotros ;) Esto es un constante aprendizaje.

      Un besazo también para vosotros.

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  4. Es una reflexión buenísima la que has escrito. Invita a pensar muchísimo en nuestras sombras y en cómo deberíamos hacer un profundo ejercicio de reciclaje mental antes de ser papás. Me ha encantado.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, me alegro de que te haya gustado. Siempre es bueno plantearnos las cosas, no por ser adultos tenemos la razón ni hacemos siempre lo correcto.

      Un besazo

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  5. La verdad es que aunque alguna que otra vez le he dicho a mi hija que no interrumpiese una conversación adulta, soy la típica madre que si su hija le dice algo interrumpo lo que sea para hacerle caso, no sé hacerlo de otra manera... pienso que a estas edades es normal que ellos intenten atraer nuestra atención, contamos mucho para ellos, nos necesitan, y hacerles caso es una manera de que ellos se sientan tenidos en cuenta.
    Aún así nunca está de más inculcar que se debe respetar el turno del que está hablando, poco a poco...
    Excelente post, Carol!

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    1. Claro, poco a poco hay que mostrarles que a todos nos gusta que nos escuchen y por tanto hay que escuchar a los demás, y que eso se hace por turnos. De todas fomas, como todo, esto también lo aprenden viéndonos a los adultos, el problema es que muchas veces no reciben el mejor ejemplo.

      Por otro lado, quería hacer incapié con este post en que cuando son ellos los que están hablando se merecen el mismo respeto que los adultos pedimos para nosotros.

      Gracias María.

      Un abrazo

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