miércoles, 20 de mayo de 2015

¿Es lo mismo pegar a un niño que a una mujer?

A muchos de nosotros nos han pegado cuando éramos niños, con la excusa de llevarnos por el buen camino y enseñarnos-corregirnos cuando hacíamos algo “malo”. Nuestros padres no han hecho más que seguir el modelo de crianza de sus padres, y estos de los suyos, y así podríamos seguir. Pero, ¿qué les trasmitimos a los niños cuando les pegamos?

Leí hace poco una frase en las redes sociales, que ahora mismo no recuerdo de quien era: No hay mayor trauma que justificar la violencia. Y esto lo digo porque es increíble como la culpa hace mella en la víctima, que justifica a quien le maltrataba. La típica frase de: a mi me pegaban y no he salido tan mal. Si justificas que pegar es educativo sin duda algo no va bien.

Y sonará muy fuerte la palabra maltrato (¿sólo por dar un cachete?), pero cuando no tratamos con respecto estamos tratando mal. Es muy duro ponernos en la piel de nuestro niño interior y reconocer cómo nos hacían sentir, quienes más queríamos, cuando nos pegaban, amenazaban, comparaban o ninguneaban.

Como cualquier madre tengo momentos en que me enfado con mi hija, porque no me hace caso, porque me falta al respeto, porque se pone de muy mal humor cuando no consigue lo que quiere… Y como cualquier madre llevo mi propia mochila a cuestas. A veces desearía pegar a mi hija para calmar la rabia que bulle dentro de mi, cuando mi enfado se descontrola. Por eso se que pegar sólo nos conduciría a liberar mi frustración.

Pero resulta que yo enseño a mi hija que todos nos merecemos respeto, y por tanto nadie merece ser pegado, insultado o tratado de mala manera. ¿Qué ejemplo le voy a dar si soy yo quien la pega cuando no hace lo que yo considero oportuno? Si la persona que más la quiere y quien más seguridad le debería transmitir le falta al respecto y la humilla, ¿qué puede esperar entonces de los demás?

Pegar es una falta de respecto y no enseña nada bueno. Aunque sea el defendido cachete a tiempo, es igual de humillante y sólo denota superioridad, poder y fuerza por parte de quien lo da. Por otro lado no quiero que mi hija haga lo que le digo por miedo (a que le pegue) sino porque entiende que lo que le pido tiene una razón. Y no está demás recordar que hasta los dos o tres años no comienza a funcionar la parte racional del cerebro. Claro que cuanto antes empecemos a pegar o a utilizar el miedo, más eficaz será el condicionamiento del niño, si es eso lo único que nos interesa.

No digo que sea tarea fácil la crianza, a veces nos faltan herramientas. Parece mucho más fácil soltar una torta para desahogarme que pararme a explicar las veces que haga falta a mi hija por qué esto o lo otro no lo hacemos. Además de enseñarle que hablando se entiende la gente, fomento el razonamiento y el llegar a acuerdos. Pero claro, esto requiere tiempo, paciencia y reconocer mis limitaciones y que no siempre tengo razón.

No hace tanto que el maltrato por parte del marido a la mujer era consentido por la sociedad. La mujer hasta hace bien poco éramos ciudadanas de segunda, ignorantes a las que había que enseñar por su bien. Si el marido consideraba que los actos de SU  mujer no eran adecuados la corregía a base de golpe. Hoy en día la sociedad nos escandalizamos, y con razón, cuando un hombre maltrata física o psicológicamente a una mujer (aunque sea un cachete). ¿Acaso un niño, una persona que depende de nosotros y está en proceso de crecimiento, es menos que un adulto? ¿Acaso no se merece el mismo respecto? ¿Por qué no nos escandalizamos ante un mismo hecho independientemente de contra quien se cometa?


Por último, no quiero terminar sin una reflexión. Si cuando mi hija no sabe lo que significa una palabra se lo explico, si cuando algo le supera le ayudo, ¿por qué cuando tiene un comportamiento “inadecuado” le voy a castigar o pegar?
  


Si la información te ha resultado útil te invito a seguirme en facebook y a darte de alta en el boletín, para que puedas estar al tanto de mis artículos, además de mis talleres, sorteos, novedades y ofertas.

2 comentarios:

  1. Estoy muy orgullosa de mi madre. Supo mantener cerrada su maleta emocional y criarme con respeto, que tiene su mérito. Así que me ha falicitado mucho criar a mi hija con calma, razonando cada acto.

    pero me asombra todavía la ligereza con la que se saca la mano a pasear o se amenaza a los niños, con la que se ignora sus peticiones (o su llanto) o se ningunea su opinión o deseos. Algún día los niños dejarán de ser ciudadanos de segunda, pero me temo que aún queda.

    Me ha gustado mucho tu post.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuanto me alegro de que tuvieses una crianza respetada, porque por desgracia no siempre es así.
      Los que no hemos tenido esa suerte, o bien no nos planteamos otra cosa y seguimos los mismo modelos o tenemos que luchar con nuestros fantasmas y hacer un trabajo personal.
      Eso espero, aunque como dices, todavía queda.
      Un saludo y gracias!

      Eliminar